domingo, 6 de enero de 2008

Encomendarse a la Contingencia o dilucidar la Complejidad. A propósito de Stephen Jay Gould y el fenómeno de la burocratización.

Inicié la lectura de "La vida maravillosa" de Stephen Jay Gould (Editorial Crítica, Drakonos Bolsillo, 2000) con una expectativa que se fue desinflando progresivamente hasta convertirse en decepción. La información de detalle que aporta es sin duda interesante e instructiva para un lego, como en mi caso, aunque un tanto anecdótica en relación con el objetivo declarado y en cualquier caso insuficiente para sostenerlo. Una tesis que en cuanto intenta convencernos de que los accidentes (las “contingencias”, en el texto) son posibles, no pasa de ser obvia y tautológica, y que, tanto por su carácter oscurantista, ecléctico y oportunista, así como por las causas que explicaban que así fuera, la hacían de por sí merecedora de denuncia y desmantelamiento.

Lo cierto es que había acabado por acumular mucho más que simples peros (como mi virtual amigo Germánico auguró que pasaría) y, dado el carácter popular del personaje y de sus textos, es decir, su considerable influencia, me sentí obligado a no permanecer impávido. Con este libro, me había comprado “Acabo de llegar” con la idea de conocer también al último Gould, pero tras leer el primero preferí no abordar la lectura de este otro para no verme impulsado a ampliar más este artículo. Dudo ya que vaya a leer alguna vez esos ensayos.

Debo reconocer, por otra parte, haber hallado algunos apuntes positivamente provechosos, particularmente aquellos en los que Gould explica su "pauta de máxima amplitud temprana" (Ídem, pág. 382), tesis que a primera vista me parece objetiva (y en la línea de la ciencia tradicional). Desde mi particular punto de vista interesado, considero que confirmarían ciertos efectos colaterales que yo atribuyo al proceso sistemático, aunque irregular, de complejización de la realidad que por mi parte venía observando en el campo de la sociedad humana y el pensamiento. Efectos que podrían ser característicos de los sistemas complejos en general, es decir, desde su base material más primaria (¿y primigenia?), la de la física de partículas.

A fin de cuentas, Gould me ha dado una inmejorable justificación para ordenar y exponer mis propios puntos de vista sobre los varios temas involucrados. No obstante, no puedo agradecerle su esfuerzo.

Los que tengáis interés por el artículo podéis acceder AQUÍ para leerlo más cómodamente, guardarlo o imprimirlo, enviarlo o utilizarlo (mencionando por favor la fuente o conservando su firma) de la manera que os sea más útil.


Nota adicional:

Aprovecho para anotar aquí que con este sistema, casi obligado en esta ocasión por la longitud del trabajo, inauguro una nueva presentación para este blog que espero sea más productiva para todos sus bienvenidos lectores así como para su sufrido hacedor. Todas mis viejas entradas serán reorganizadas con el mismo criterio, aunque poco a poco. Cada documento podrá además ser ampliado y actualizado (indicaré las fechas sucesivas en que lo haga al pie o en la cabecera de los mismos para que conste y os sirva así de referencia.

Por ejemplo, en breve tengo el propósito de añadir un apartado extra al artículo donde, partiendo del texto de Gould del que me ocupo y en especial de aspectos objetivos de la realidad (es decir, de la complejidad global) que el autor, voluntariamente o no y con el fin que fuera, tuvo el mérito de registrar, seguiré procurando
dilucidar la complejidad hasta el límite inmediato de mis medios, texto que de todos modos estará disponible en su momento en este blog, es decir, por separado y en su fecha de publicación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Apons (Grandtour)

No soy un especialista en temas de biología, pero Jay Gould me merece todos los respetos. Su obra ha de entenderse en el debate entre darwinistas y creacionistas, que ahora vemos llegar aquí, pero que fue muy intensa en su país durante los últimos años de su vida (falleció en 2002, creo). Recordemos, por ejemplo, que cuando el Estado de Arkansas aprobó que la literalidad bíblica tuviera el mismo valor académico que el darwinismo, Gould fue el testigo que presentó la Unión Americana por las Libertades Civiles, que había recurrido el texto por inconstitucional.
Ahora bien, Gould no era un darwinista ordotoxo y muchos de los que sí lo eran le atacaron de forma despiadada (con cierta envidia por su éxito). Sus planteamientos del equilibrio puntuado no sólo desmienten el diseño inteligente de unos sino la linealidad y el gradualismo de los otros, optando por un modelo no uniforme, ramificado, con muchas concomitancia con la evolución cultural.
Otra cosa es que haya conseguido difundir bien sus ideas. Entiendo que sí, por lo general, porque publicó muchísima obra divulgativa y de todo hay. Pero su producción no es sólo ésta. Podríamos decir que su obra capital la publicó de forma póstuma (La estructura de la teoría de la evolución), un mamotreto de mil quinientas páginas muy distinto de sus otros textos sobre nalgas, pandas, dientes de gallina y brontosauros.

Era, por lo demás, un judío agnóstico, una pertenencia que le hacía comportarse de manera deliciosa. Se cuenta que en el coro al que pertenecía no dejaba indiferente a nadie. Cuando, por ejemplo, ensayaban "El Mesías" de Händel y llegaban a la estrofa aquella de "caiga su sangre sobre nosotros y nuestros hijos" (la escena de Pilatos, Barrabás y Jesús), detenía la sesión para dejar constancia de que esa frase resultaba incómoda para losjudíos. Dicho eso, retomaba los cánticos como si nada.
En fin, recuerdo lo que dijo en una entrevista a El País en enero de 2000: "Esta es una época conservadora y creo que a los conservadores les resulta tentador decir: "¿Por qué reclaman el cambio o la igualdad cuando lo que tenemos ahora refleja el estado natural de la naturaleza humana?". Además, creo que, a veces, en la actualidad, utilizamos mal a Darwin a la hora de intentar aliviar nuestra decepción ante algunos de nuestros peores rasgos. O sea que, si no nos gusta nuestra agresividad o nuestro sexismo, podemos intentar disculparlo diciendo: "Bueno, estamos hechos así. No podemos evitarlo".

Carlos Suchowolski dijo...

Hay un paralelo considerable entre esos "respetos" y la causa por la que pongo a Gould en la picota. El común denominador es el carácter ideológico de la adhesión así como el que tiene el libro de Gould. Ambas son manifestaciones que toman parcialmente ciertos hechos y actitudes. En el artículo desarrollo este aspecto así como fundamento con datos lo que sostengo. Si he cometido un error, me gustaría que me lo hicieras ver en concreto. El hecho de que Gould haya actuado contra el creacionismo no es suficiente como para correr un tupido velo sobre sus contradicciones y sus verdaderos intereses, ideológicos y materiales. Siempre preferiré un pensamiento realista y honesto como el de Leibniz a pesar de su convicción religiosa (inevitable en el marco histórico en que se desarrolló) a las posiciones de un positivista como Comte que acaba endiosando el papel del especialista entre muchas más cosas o a la propuesta ambigua y confusa, es decir, anticientífica, de Gould acerca del papel de "la Diosa de la Fortuna". Amén de que deshace cuando puede las bases del evolucionismo (el determinismo en todo caso, pero más cosas incluso) dando pie con su teoría al propio creacionismo (como puede verse en muchos que reivindican su libro). Y esto al margen de aspectos que se pueden entresacar y valorar positivamente (a pesar de la intencionaildad subyacente), como también reconozco. Bueno, todo esto ya está en mi artículo en todo caso para ser criticado en concreto.
Gracias de todos modos por esos primeros apuntes que espero se amplíen.