miércoles, 14 de mayo de 2008

Las exigencias de la Realidad


¿Puede darse pintura más rica de contenido y de matices del funcionamiento de las sociedades humanas (incluida la actual a la que llamo quizás muy simplemente burocrática) que la plasmada por Camus en el siguiente pasaje de su novela "La Peste"?:

"Lo más notable era (...) la manera en que en el momento de una catástrofe una oficina podía continuar su servicio y tomar iniciativas como en otros tiempos, generalmente a espaldas de las autoridades superiores, por la única razón de que estaba constituida para ese servicio." ("La Peste", Pocket Edhasa, 1977, pág. 103).

Algo que caracteriza incluso al comportamiento individual e incluso al mismísimo organismo humano, animal, vegetal... donde, ante la irrupción de una amenaza, como La Peste (¡y hay muchas cosas asimilables a ella, no todas ni mucho menos compartidas ni igualmente valoradas!) la conclusión es indiscutible:

"... no hay más que un solo medio: combatir la peste. Esta verdad no era admirable; era sólo consecuente." (Ibíd. pág. 126)

Incuestionable: se trata de mecanismos (o sujetos) que no pueden sino intentar escapar de la realidad (¿huir?) hasta que ésta les de alcance u optar por combatirla y, de ese modo... acabar al servicio de otra similar.

Esto (el tema capital de "La Peste") se ve en la medida en que el mal avanza, en la medida en que ya no se puede considerar como algo meramente pasajero, o de efectos marginales, es decir, en esos momentos que se reconocen como situación extrema, lo que es visto así por unos antes y por otros después, e incluso por muchos... demasiado tarde.

Unos momentos en los que se tiende a decir o se acaba diciendo algo del siguiente estilo (al margen ex profeso de que cada grupo tenderá a rellenar con sus particularidades los conceptos genéricos que empleo como si las aceptáramos por idénticas todos):

"Hay cosas candentes que requieren nuestra atención inmediata, interrumpamos la contemplación y nuestros sueños de futuro, abandonemos el refugio o la comodidad, formemos batallones, acudamos a la llamada de las armas".
¿No está aquí todo el dilema, toda la diyuntiva del hombre por tener, digamos... más conciencia de la necesaria? ¿No es esto lo frustrante, ya sea se mire hacia el pasado en busca de infinidad de ejemplos contundentes o se tenga la perspicacia de entrever lo que de todos modos pasará... y al mismo tiempo lo inevitable? ¿Cómo aceptar como normal o natural que acabe uno, y cada uno, al servicio de una situación equivalente? ¿Cómo no preferir olvidar y creer que todo es nuevo y excitante?

Sin duda, sin alternativa: se trata de una "verdad (...) sólo consecuente."

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