domingo, 25 de enero de 2009

La continuación irresistible.

¿En qué medida y, de haber alguna que reconozcamos a pesar de nuestra preferencia por negarlo, en qué aspectos somos diferentes de aquellos a los que se les critica "utilizar los mecanismos de la democracia en contra suya", o de aquellos a los que se acusa de "codicia desmedida" en el uso de los mecanismos de libre mercado para hacerlo naufragar; es decir, para comportarse como la carcoma o el pájaro carpintero cuyos apetitos son capaces de hundir el arca?

Desde ya que no pretendo que practiquemos (de la manera más o menos hipócrita que es la manera única como se podría practicar) la reconvención propia del cristiano teórico que es capaz de reprimirse y dejar caer la piedra que estaba a punto de arrojar...

(En este punto, debo insertar la siguiente digresión relativa al reconocimiento propio de que yo, por el contrario, no sólo veo inevitable tanto la conducta del que alza la piedra como la de la carcoma o la del pájaro carpintero, a quienes sólo se les pueden atribuir como pecados haber aceptado la invitación de Noé a subir a bordo, es decir, sus propios deseos de sobrevivir comunes a los de los demás. Se trata de idiosincrasias, y como tales hay que tomarlas. Por ello, no sólo sus conductas son justificables sino las de quienes tomen en sus manos reprimirlas como sea y hasta donde sea. E incluso... no combatirlas en absoluto y hasta subordinarse a ellas... Y es que, en definitiva, y de eso se trata: nadie ha dado ni puede dar con la "piedra" que le permita imponer a todo el mundo "su" moral.)

Ahora bien, en mi post anterior mencioné "mi compromiso" utilizando la expresión que para el mismo fin empleara Leo Strauss. Se trata sobretodo de un "compromiso" con uno mismo, por lo se hace obligatorio dejar claro quién es "uno mismo", qué es "uno mismo", por qué me puedo permitir darle (darme) un valor elevado, hasta dónde debo, hasta dónde puedo, hasta dónde se hace sistemáticamente esto y hasta dónde no... En fin, se hace necesario rumiar a la manera nietzscheana, que no de cualquier vaca.

Así, si me interrogo, si me tomo en serio indagar en mis motivos para fundamentar esa valoración (o negarla de tanto en tanto... incluso una última vez) y para fundamentar ese compromiso, es probable que me encuentre más o menos enseguida con mis propios intereses, intereses que toman forma en mis anhelos, mis sueños, mis proyecciones. En ese punto, no lo lo puedo negar: la conciencia (biológicamente constituida) no me lo permite; no le permite a nadie mentirse de verdad a sí mismo salvo en condiciones de disfuncionamiento psico-neurológico. Ahora bien, ¿cuáles son esos anhelos, esos intereses, esas proyecciones mías... y por qué son justamente esas y no otras, por qué coinciden con las de algunos pero no con las de otros que, curiosamente, son los más...?

¡Oh -debo reconocer en ese punto-, cuan lejos quisiera de mí la guerra -toda guerra-, cuan lejos quisiera de mí la miseria, el sufrimiento, la falta de libertad al menos cuando la causa otro ser vivo, un opresor, un carcelero, un raptor..., cuan lejos quiero de mí toda infelicidad, al menos la que me causa otro por los motivos que él juzgue tener para hacerlo, y cuan lejos, también, también, la quiero de mis hijos, de mis nietos, de mis hermanos, de sus hijos...! De acuerdo, sí, lejos de un círculo que me sitúa indudablemente en el centro pero que se extiende en cuanto lo pienso un poco hasta bastante más allá de él. Y que, evidentemente, excluye a aquellos que para alcanzar sus propios sueños necesiten, o crean necesitar, obstaculizar la realización de los nuestros... cosa que a su vez nosotros hacemos con relación a ellos. Sí, lo necesitan o así lo creen, y esto no puede ser casual ni voluntario, se les impone en principio por algo, asumamos la evidencia, por algo que sólo puede ser su idiosincrasia... ¡al igual que me sucede a mí! Se nos impone aún cuando quepa la posibilidad de un esfuerzo de resistencia (un tanto inútil por cierto o utópico si las circunstancias así lo favorecen y en tanto lo hagan, lo que en todo caso conserva los sueños en el ámbito mismo en el que nacen, la cabeza, la imaginación...)

A lo largo de la historia, muchos hombres se interrogaron al respecto, y lo curioso es que sus respuestas retornan eternamente, lo que tampoco puede ser casual... La respuesta habitual los vuelve contra sí mismos. ¿Qué otra cosa puede esperarse de quienes reconocen que no pueden escapar a los designios de... del mal? ¿Cómo no pensar, al creer que se lleva dentro un irresistible instinto de malicia que considerar enferma, de una u otra forma, a eso que acabará llamándose naturaleza humana? ¿Y cómo no pensar en la utopía, pasada o futura, en donde el hombre, tal vez gracias a tenerlo todo para él, del Padre bondadoso, tal vez al poder ser poco más que un niño, fuese enteramente bueno, incapaz de disputarle a otro nada, ni siquiera para su felicidad?

Una y otra vez, de esa manera, los hombres que reflexionaban pretendían proponer soluciones dictatoriales, o educativas de carácter obligatorio que para el caso es equivalente, y hasta imaginaron mitos compensatorios que pretendían (declamativamente) superan los límites del grupo para el que se erigían otros de igual naturaleza, con el objetivo de encarrilar al hombre, de hacer de la humanidad una única masa unida... aunque con la aceptación y hasta con la resignación de muchos a que ese no fuera el mundo de sus sueños sino el de la alianza, el del compromiso en su otra acepción, el del acuerdo contractual en este caso. En definitiva... que renunciara a sus sueños, porque de eso se trataba en tanto se aceptara por parte de "los otros" que no todos éramos iguales y que ¡por eso! unos debían estar al margen de las penalidades más que ellos... ¡Que casualidad, justo los que proponían las utopías, la organización perfecta (¡o racional!)... ni más ni menos.

Así, los ideales más puros... reinicidían en las prácticas hipócritas o incoherentes de costumbre. La Historia está ahí para dar fe con sus propios acontecimientos.

Lo cierto, es que no es posible una salida. No con el hombre como ha sido producido (y no es algo de lo que haya o tenga sentido arrepentirse porque no habría podido haber hombre sin ser como ha resultado... no sólo porque no habría podido ser sino porque no habría podido seguir siéndolo: un círculo vicioso, vaya).

Tal vez, de tanto luchar por imponer un ideal se pueda lograr que ese ideal se imponga. Esa no es incluso la cuestión. Oh, no; una entera sociedad sinsentido en muchos aspectos puede acabar funcionando, puede concitar que todos la admitan como suya, sea o no como "lo mejor" o sólo como "el mal menor". Una tal sociedad puede durar medio siglo o tres, cuatro inclusive, y puede luego ser sustituida por otra, todo está en el orden de lo posible, debemos verlo en la realidad de hoy donde el incremento psicológicamente necesario del consumo, y la promesa mágica de que será mayor en el futuro, han mantenido e incluso se pretende que sigan manteniendo la marcha de las cosas dentro del sistema instituido... Esa, pues, no es realmente la cuestión.

Puede, pues, que una de esas sociedades del futuro responda a lo que los conceptos puros de la imaginación idealista concibieron... y puede que de poder viajar al futuro y verlo los resultados nos repugnen. Pero lo cierto, según yo lo veo, es que nadie aceptará, salvo en cierto grado, renunciar a sus propios sueños y hacer todo lo posible por realizarlos, muchas veces por vías más aparentes que reales, más equivocadas que prometedoras. Ese, amigos (y enemigos), creo que es nuestro mundo y nuestra realidad, y no podemos pretender que actuemos de otro modo... del mismo modo que no podemos pretender que lo hagan los demás... Un mago del espacio exterior, un mago poderoso que podría merecer de muchos la denominación de "dios menor", debería imponernos demasiados cambios, unificar nuestros intereses, darnos máquinas inteligentes aunque esclavas, facilitar nuestra conversión a la holgazanería absoluta... es decir, abrirnos las puertas de un Paraíso que no existió sino en el anhelo pero que, por esa vía indudablemente mágica, podría llegar a existir.

Pero esto no es sino una proyección imaginaria que sólo podría contribuir a la constitución de una secta de desquiciados (espero no promoverla con lo dicho, claro) y, precisamente porque los hombres son reales y su mundo está ya dado, porque están ahí y son seres entre otros seres, no dejarán de intentar marchar por donde haya senderos o por donde sea realmente factible trazarlos. Y eso incluye no sólo que actuemos sino que pensemos lo que pensamos y creamos en que ello es lo mejor o lo más sabio.

Rindámonos a la evidencia... y ante la imposibilidad de seguir como hasta ahora nuestras propias marchas más o menos acompañados por el grupo con el que nos identificamos por obra y gracia de "lo que mejor sabemos hacer". Aunque, en general, incluso no rendirse a la evidencia sea asimismo, por intrínseco, también inevitable (tanto como que yo siga dando la lata).

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