lunes, 8 de junio de 2009

El carácter intelectual del liberalismo (3-a): Bases para una genealogía del "pensamiento económico"

El liberalismo se fundó atendiendo a la pretensión, honesta pero ideológica, de sentar las bases de una explicación racionalista del funcionamiento de una sociedad que por fin se vislumbraba (a los ojos tardo re-nacentistas de la Ilustración) prometedoramente asociada a una economía floreciente productora de riqueza por la vía del trabajo libremente acordado para dejar de serlo por la vieja vía de la lucha (armada) entre tribus y a continuación entre naciones rivales.

La Edad Media se terminaba de desmoronar desde dentro devorada por La Razón que no cesó de afirmarse como alternativa (como evidenció el conflictivo, pero no imposible, maridaje de Razón y Religión Cristiana, presente incluso, me arriesgaré a sostener, desde la contaminación del judaísmo y el paganismo por parte de la greicidad cuya expansión favorecieron los imperios helenos) y sus contradicciones parecían o parecieron a los ilusos intelectuales de la época haber quedado atrás. La gloria de los imperios antiguos (y clásicos), que se había alzado de nuevo sobre el horizonte con las luces renovadas de la sabiduría y la libertad imaginativa nacidas en el seno de las cortes absolutistas e ilustradas de Europa, con un esnobismo instalado en el seno de su institución del mecenazgo, despertaría definitivamente la ilusión de un progreso social imparable basado en la cultura, asistido por La Razón. En el nuevo espacio abierto entraba la luz al mismo tiempo que comenzaba a ser reconocida y bien pagada toda aportación iluminadora. La luz de la sapiencia comenzó a ser tan apreciada para lucir en la corona de los príncipes como el oro y los rubíes.

No obstante, surgieron los obstáculos, y lo hicieron ni más ni menos que en nombre de la propia racionalidad y de su pretensión de orden, como queda ampliamente expuesto, documentado y razonada su genealogía por Tocqueville en su "El Antiguo Régimen y la Revolución" que con tan escaso resultado tanto insisto en que se debería rumiar. Sin duda, la complejización de la sociedad a instancias de la formación inevitable de nuevos y más poderosos imperios sobre las ruinas del Romano, en las condiciones siempre tendenciales o inevitables del ejercicio del poder por una casta o grupo privilegiado (y conquistado eficazmente. al menos por comparación) que los inducen lógicamente a dejar el trabajo para los demás y a dominar a través del de otros... dio por fin lugar al crecimiento desmesurado de una burocracia que, también muy lógicamente, primero se aprovechó y se reprodujo en todo lo posible, y por fin descubrió que puesto que lo gestionaba todo, por qué no retener asimismo el poder.

Tras las "necesarias" batallas populares o revolucionarias que se interpretaron como la vía final para establecer las condiciones de un progreso social e individual sin límites, la paz duradera que se vislumbró inicialmente y la formación de una humanidad por fin unificada a la que cantara con gran ilusión Goethe, se convirtió en un sueño protegido. Parecía (o así debía ser) que la humanidad,había encontrado a fin de cuentas su ser esencial por encima de sus diversas tribus y razas. Como lo vería, por ejemplo, Kant (prototipo indudable de intelectual de Las Luces): "... se puede tener una perspectiva consoladora del futuro y ver que la especie humana, en la lejanía, va llegano, por fin, a ese estado en que todos los gérmenes depositados en ella por la Naturaleza se desarrollan por completo y ella puede cumplir su destino en este mundo" (I. Kant, "Idea de una historia universal en sentido cosmopolita").

Desde que el mundo debía ser racional para ser real (Hegel dixit, pero tan sólo sintetizando la práctica epistemológica de sus predecesores: Sócrates, San Agustín, Descartes, Kant y el largo etcétera cuyo detalle pido perdón por obviar... que alcanzaron su cenit con La Ilustración y que al mezclarlos yo aquí perturbe a quienes nunca comprendieron a Nietzsche y a su irracionalismo relativo y crítico) las guerras adquirieron certificado implícito de guerras civilizatorias; y con esa catagorización se etiquetaron las conquistas, las reconquistas y las colonizaciones. El triunfo del Norte sobre el Sur es un buen ejemplo de esa costumbre de etiquetar un suceso ideológicamente aprobado o incluso tan sólo bien considerado de civilizado (para llamar a otros reaccionarios) atribuyéndolo a una supuesta vocación moral antiescalvista. Las destrucciones atómicas de Hiroshima y Nagasaki "para acabar con el fascismo-feudal japonés", uno de los últimos. (Todo lo cual, me defiendo a priori, no tiene nada que ver con lo que para mí una y otra cosa hayan sido o sean).

Sin duda había una necesidad imperiosa de salvar al Progreso, un resultado fundamentalmente producido a instancias de la Guerra e incluso para la Guerra, de toda vinculación a la barbarie tal como era percibida por los re-nacentistas; y decir barbarie es decir animalidad... Y cuando digo para la Guerra, lo digo en un sentido más amplio, aunque incluyente, que el de las contiendas militares.

En cierto sentido, Herr Marx y, en otro campo, Mr. Conrad, entre otros intelectuales sensibles, deben ser entendidos como productos de la decepción provocada al poco tiempo, no tanto por culpa de El Terror (que sería rápida y prolongadamente justificado) ni del asalto al poder y consecuente campaña napoleónica posteriores (que también, aunque en menor medida) sino por los primeros hechos que a partir de la mitad del diecinueve se acabarían agravando más y más como sabemos todos... mientras daban lugar a un aparente bienestar que, a mi criterio, escondía lo que una caja de Pandora mal cerrada...

Insisto en el mencionado punto de manera tal vez vez un tanto alegórica: cuando me he referido a la decepción intelectual (sobre la que Lepenies en su "¿Qué es un intelectual europeo?", apunta los hitos a tener en cuenta) no me refiero a la decepción respecto de la dilución de la Paz en sí misma. La violación de la Paz (por el movimiento, como lo llamaba Tucídides y lo analiza e incluso desmenuza Leo Strauss en su "La ciudad y el hombre") encontró desde un principio y nunca dejará de hallar justificaciones, todas... desde el enfoque del propio grupo dominante que arrastra a las masas detrás de sí cada vez con menor sustento material y promesas sólidas (desde hace algunos años, las etiquetas que se destinan a las guerras son como sabemos todos las de imperialistas y las de pacificadoras, respectivamente, uno de los tantos signos de que ya hemos entrado en nuevos tiempos... punto en el que hay que encontrar la explicación de la derrota americana en Vietnam, la rusa en Afganistán, y así sucesivamente como lo dirá el tiempo: dejemos este punto claro, las masas se suman a las guerras animadas por el reparto del botín y no del humo de medallas y consideraciones falsamente ideológicas, cada vez más falsamente, como afirmaría Castoriadis en "Ante la guerra"). No, insisto pues, no me refería a la relativa marcha lineal hacia el Progreso Humano y la Riqueza, al que considera inevitablemente ausente de límites (al menos como para alcanzar la soñada erradicación de la pobreza, de la miseria, del oscurantismo... males medievales por excelencia, demonios contra los que se alzaron los estandartes del re-nacimiento, del Retorno, de la inocencia pervertida y trampeada, de la Redención por el arrepentimiento positivo, ¿el arrepentimiento... protestante -al que le adjudicara Weber la responsabilidad del capitalismo- en lugar del arrepentimiento hipócrita o católico que usurpara su versión idílica en nombre de Dios durante un milenio y contra el que se levantara Lutero; en nombre de Dios... pero a golpe de la burocratización eclesiástica-papal centrada en Roma y Avignon?)

Las tierras, enmarcadas en terrritorios nacionales, tenían por lo general una garantía regulada como Propiedad Particular, al margen de su pertenencia a esa nueva instancia superior que había devenido La Nación a la que se iban a deber aunque sin necesidad de cederle sus legítimos títulos. Nación que podía incluso cambiar de manos sin afectarle. Todo daba en cualquier caso una apariencia muy firme de racionalización para sus buen aprovechamiento, llevando su explotación a grados antes nunca vistos (lo reflejado precisamente en la s visiones de los fisiócratas de moda). Con esa base (como señalaba Smith en definitiva), la Economía parecía capaz de regir todas las acciones de los hombres y ser el vehículo que les permitiera acuerdos sensatos y negociaciones mercantiles en lugar de actos de fuerza... salvo aquellos que, como hemos dicho, gozaban de carta blanca y aprobación profunda por estar avalados por la "buena conciencia", es decir, más concretamente: por la voluntad de unificar el mundo y elevarlo en todas partes al plano de la civilización superior europea, por la voluntad de hacer a todos verdaderamente libres, lo quisieran o no (Rousseau), por la voluntad de poner a La Razón, la Industria y la Riqueza a la cabeza y en la cabeza de todos los seres humanos del mundo.

Siendo así, se haría indispensable y atractivo ahondar en las supuestas leyes que convertían, como por arte de magia, la sociedad en un mecanismo de precisión apenas perturbado por la imbecilidad o la maldad que no habría acababado de abandonar el corazón de los hombres a pesar de todo. A pesar del panorama que esa economía les ofrecía a plena luz, capaz en particular de alcanzar la cima de la tecnología y de la racionalidad y gracias a ello de darle a todos todo lo necesario, todo lo imaginable... (de nuevo, de la decepción provocada por los hechos es precisamente hijo Carlos Marx... y su idea de alcanzar un status social que hiciera realidad el lema "a cada cual según sus necesidades").

Para el hombre pensante de ese tiempo... sólo quedaba la opción de negar lo que se veía o de apostar a que su capacidad racional lo resolvería todo... Hipocresía presente o garantía de tener que practicarla en el futuro.

Pues de esta visión precisamente, es desde donde surgirán primero los iconos liberales y luego los marxistas, iconos que pasarían con algunas adaptaciones formales (¿inversiones, para parafrasear a Marx o a Engels?) de los primeros a los segundos como la posta en una carrera, manteniendo su supuesta y casi exclusiva o por lo menos básica significación económica: Propiedad, Valor, Progreso... Todos lo suficientemente mágicos como para darnos una visión ilusoria que no acabría de ponerse como se esperaba al servicio de un futuro feliz sino de una nueva dominación irracional, cruel, típica, lógica y simplemente... hu-ma-na.


(to be continued...)


2 comentarios:

RDC dijo...

Buen post Carlos...
Estoy contigo, hay que tener en cuenta cómo la casta burocrática ha subido al poder, poco a poco pero ininterrumpidamente. De sirvientes de reyes y nobles a sirvientes del pueblo, pero con privilegios (al menos en españa).

También me parece curioso apreciar como, ideológicamente, la modernidad parece caracterizarse por huir completamente de lo que fue la época medieval ¡Y sin embargo quizás en muchos aspectos aún no esté tan lejos! Kant mismo, es un pensador profundamente medieval.

Buen trabajo, Saludos.

Carlos Suchowolski dijo...

Muchísimas gracias por el apoyo. Y, en parte de nuevo, muy buen apunte. Es que nada es estanco, claro, y no se sale del medioevo sin la ropa manchada de oscurantismo, o de la Ilustración, o de cualquier otra parte. Es duro, ¿verdad? A veces incluso duele.