Ha pasado otro aniversario, esta vez el de un suceso que concluyó un estruendoso 4 de junio de 1989. Muchos lo recuerdan, pero más lo han enterrado, lo ignoran o son de los que continúan reprimiendo sus fantasmas y recuerdos...
Ya va a hacer casi un siglo que los representantes conscientes del proletariado, los soldados y los campesinos de Rusia, con un ejército reclutado del precedente, aplastaron en Kronstadt a sus representados. (Un siglo y pico antes, se había hecho algo parecido en nombre de la Salud Pública y con el tiempo también esto se justificó en nombre de la civilización, la conciencia y las necesidades de supervivencia de un proceso necesario para el futuro del hombre, como se haría luego con este nuevo caso).
No menciono esto aquí por el hecho mismo de la masacre, ni por el número de víctimas (que fueron muy superados por masacres de otra índole, inclusive más abominables, estén o no en la memoria de todos, sean o no maldecidas o todo lo contrario). Tiananmen, Kronstadt, La Vendée... están aquí porque fueron perpetradas por quienes se decían representantes del pueblo contra el que arremetieron. Eran, para ellos, el antipueblo, los contrarrevolucionarios...
Los represores, no obstante, no eran alienígenas ni pertenecían a pueblos diferenciados por la raza y la distancia, como lo fueran los hunos para los romanos o incluso los turcos para los europeos... Eran, incluso, nacionales; incluso algunos fueron compañeros de ruta... Vestían como los demás, usaban, cada vez peor sin duda, palabras del idioma local, el idioma en el que los criticaban e imprecaban...
Sin duda, eran eran muy similares a los que hoy nos hablan aparentando gran interés en que los comprendamos, similares a los que nos piden que los escuchemos con la esperanza de que podamos sacar de ello alguna cosa en limpio...
Aunque, a la vez, si los estudiamos un poco, resultan ser para la mayoría unos seres extraños que parece que vayan disfrazados o enmascarados, y que, en cuanto amenacemos desviarnos del guión implícito de la representación en la que actuamos todos, ayudados si acaso por sus fieles... acabarán aplastando con sus tanques y en todo caso cegando con machetes a los que ocupemos las primeras filas y a los que no quieran o no tengan tiempo de escapar.
La pregunta es inevitable: ¿Por qué creemos que los necesitamos si lo que sucederá está tan ampliamente demostrado?
Se diga lo que se diga, se escriba lo que sea (¡lo que sea!), la cuestión debe ser que aún no ha podido hallarse la más mínima respuesta.
Ya va a hacer casi un siglo que los representantes conscientes del proletariado, los soldados y los campesinos de Rusia, con un ejército reclutado del precedente, aplastaron en Kronstadt a sus representados. (Un siglo y pico antes, se había hecho algo parecido en nombre de la Salud Pública y con el tiempo también esto se justificó en nombre de la civilización, la conciencia y las necesidades de supervivencia de un proceso necesario para el futuro del hombre, como se haría luego con este nuevo caso).
No menciono esto aquí por el hecho mismo de la masacre, ni por el número de víctimas (que fueron muy superados por masacres de otra índole, inclusive más abominables, estén o no en la memoria de todos, sean o no maldecidas o todo lo contrario). Tiananmen, Kronstadt, La Vendée... están aquí porque fueron perpetradas por quienes se decían representantes del pueblo contra el que arremetieron. Eran, para ellos, el antipueblo, los contrarrevolucionarios...
Los represores, no obstante, no eran alienígenas ni pertenecían a pueblos diferenciados por la raza y la distancia, como lo fueran los hunos para los romanos o incluso los turcos para los europeos... Eran, incluso, nacionales; incluso algunos fueron compañeros de ruta... Vestían como los demás, usaban, cada vez peor sin duda, palabras del idioma local, el idioma en el que los criticaban e imprecaban...
Sin duda, eran eran muy similares a los que hoy nos hablan aparentando gran interés en que los comprendamos, similares a los que nos piden que los escuchemos con la esperanza de que podamos sacar de ello alguna cosa en limpio...
Aunque, a la vez, si los estudiamos un poco, resultan ser para la mayoría unos seres extraños que parece que vayan disfrazados o enmascarados, y que, en cuanto amenacemos desviarnos del guión implícito de la representación en la que actuamos todos, ayudados si acaso por sus fieles... acabarán aplastando con sus tanques y en todo caso cegando con machetes a los que ocupemos las primeras filas y a los que no quieran o no tengan tiempo de escapar.
La pregunta es inevitable: ¿Por qué creemos que los necesitamos si lo que sucederá está tan ampliamente demostrado?
Se diga lo que se diga, se escriba lo que sea (¡lo que sea!), la cuestión debe ser que aún no ha podido hallarse la más mínima respuesta.
2 comentarios:
Tienes razón... Y hay cosas que no se pueden sortear: vienen porque tienen que venir.
Esto me hace pensar en algo un poco extravagante pero que tiene su lógica: quién sabe si quizás lo que sucede a posteriori sea la causa de todo lo que le ha precedido, y no a la inversa como se cree tradicionalmente, almenos desde l'aparición de la ciencia moderna.
Saludos
¿Una predestinación... e "inversa"? Explica, explica...
Un saludo.
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