viernes, 13 de julio de 2007

Disquisiciones sobre la blogsfera

Ayer metí un comentario en un blog que visito y desde el que me visitan de tanto en tanto debido a que su autor/a anunciaba su cierre definitivo. Por si no lo visitais a pesar de estar entre los aquí recomendados, lo reproduzco practicamente tal cual, ya que he pensado que su difusión podría resultar interesante, quizás amena, y en todo caso provocadora (¡ah!, dos cosas antes: espero comentarios esta vez, y que accedan a Grand Tour antes de su posible cerrojazo, tiene muchas cosas interesantes, aunque tan extensas como las mías...) En fin, ahí va:
Esto de asistir a un “suicidio” o a una “inmolación”, moviliza los genes hacia el altruismo y la asistencia: ¡hay que evitarlo! No voy a hacer nada que no sea lo único que creo que se puede hacer ante cualquier situación que se avecina, y lo haré con toda la brevedad que me sea posible, me refiero a poner sobre el tapete lo concreto (tal como yo lo veo):

(1) que no se puede anteponer los deberes sociales, morales, mesiánicos o lo que sea, a la nacesidad de comunicar y de conmover que nos han movido a aparecer “en público”. Y menos justificar nuestras renuncias en base a que no conseguimos nada de todo eso. Ni se ha hecho por ello ni se debe abandonar porque no se consiga; lo suyo es volver a la realidad y aceptarlo. En todo caso, no dedicar tanto tiempo.
En fin: que hagamos lo que sintamos sin pretenciones singulares.

(2) la blogsfera no es democrática en sí misma. Es un hecho que está ahí, una vía de comunicación más elástica y difusa que no siempre lleva a la comunicación masiva que promete (ni mucho menos): los blogs se pierden en un universo de galaxias en el que proliferan como estrellas fugaces. Eso sí: no es totalitario; aunque crea adeptos en masa que se la pasan alabando al “líder iluminado” que dicta cátedra o hace de “guía espiritual” (esos son los blogs masivos, aquellos cuyas entradas cuentan con cientos de comentarios babosos…)

(3) el elitismo es inevitable, tanto el inofensivo como el dañino. El inofensivo, como el mío, sólo encierra el reconocimiento de que pensamos bastante mejor que los demás y sobre todo que la masa de seguidores de… ¿mitos?, como el de Alá, por ejemplo, qué carallo… El maligno es el de los no tan buenos pensadores pero sí maquiavélicos burócratas que intentan llevar al mundo a su modelo con las peores consecuencias en nombre de las mejores ideas.

(4) si se puede hacer algo, yo no digo, hagámoslo, sino DIGÁMOSLO, EXPONGÁMOSLO. ¿No vale la pena? Bueno, ya lo harán otros. La necesidad está en los genes. También de lo bueno, por llamarlo de alguna forma.

Y me despedí tan campante esperando que continuara a pesar de sus consideraciones. No sé de quién se trata, ni cómo es, ni dónde está (ni siquiera se me pasó por la cabeza averiguarlo), pero es unos de mis amigos virtuales. Tal vez un día... yo qué sé.

No hay comentarios: