viernes, 27 de julio de 2007

Grupismo y complejidad (4): el Fénix animista.

Los humanos tienen tanto o más capacidad de imitación que cualquiera de los animales que se constituyeron antes en la historia, pero no se debería abusar de esa habilidad para explicar la conducta humana ni tampoco para invitar al hombre a superar sus limitaciones posibles mediante esa técnica.

Pues esto es precisamente lo que se hace con relación al grupismo.

De una parte, se lo define como una respuesta mimética de la especie humana en relación con las "asociaciones" animales con las que se topara en los inicios. Por otra, se sugiere que la sociedad humana compleja debería buscar, "para salir de su atolladero", nuevos modelos, ¡como, inclusive, el de las hormigas!

Hablar de imitación con relación a los comportamientos animales (estos sí: instintivos) permitiría inferir que los famosos "memes" pasaron de los animales "inferiores" a nosotros. Esto permitiría hablar de "cultura animal"con igual licencia, siendo la nuestra, simplemente, más compleja.

¡Lo explicita el propio inventor del término, Dawkins! Y aunque el texto da para muchas más observaciones, sólo me limitaré a transcribir lo que aquí resulta relevante:
"El mejor ejemplo, no humano, que conozco ha sido (...) el canto de un pájaro del orden de los paseriformes (...)

El canto de ese paseriforme evoluciona ciertamente por medios no genéticos. Existen otros ejemplos de evolución cultural en pájaros y monos, pero sólo se trata de curiosas rarezas." Etc. ("El gen egoísta", Salvat Editores, Barcelona, pag.248. La cursiva es mía, C.S.)

¿No es increíble que haya algo diferente y a la vez idéntico?

En fin, tal vez, al ser humano le resulte más fácil renunciar a la diferencia entre el hombre y los demás animales por la vía de humanizarlos (como en los dibujos animados) que por la vía de animalizar al hombre reconociendo que "la cultura humana" y sus atributos, sean sencillamente instintivos, innatos, como el lenguaje; independientemente de su mayor complejidad y de su especificidad, de su propia dinámica y de su autonomía respecto de los demás en particular de aquellos que les sirvieron de base y sobre los que indudablemente se construyeron adquiriendo un grado superior de complejidad. ¡Independientemente incluso de que sus componentes sigan reglas más o menos idénticas o nuevas respecto de las que imperan en los estratos predecesores cuyas rarezas muestran ni más ni menos que su primitiva presencia!

Un ejemplo muy descriptivo nos lo ofrece, por ejemplo, Elías Canetti, quien habla de una suerte de imitación por el ser humano de los "grupos" de animales preexistentes, o sea, de aquellos con los que se encontró: las manadas de lobos... y hasta los bosques, las montañas, las estrellas, las olas... (Elías Canetti, "Masa y Poder".) Grupos, todos, potencialmente más poderosos a los que se debían enfrentar y en uno u otro sentido vencer. Grupos que se atribuyen a los dioses en la mayor parte de las culturas hasta que fueron "superados" por un único dios "presente en todas las cosas", sustancia que las unificaba a todas en su seno y en su individualidad (¿acaso lo que hace precisamente la conciencia individual humana?), siendo una y otra casos "opuestos" animismo y antropocentrismo; mitos, en fin, con los que mitigar la extrañeza ante lo que se experimenta dentro, en cuanto YO.

En su trabajo sobre "las masas" (término que yo reservaría para fenómenos más específicos donde se aprecie la imposición automática de la ideología o la estrategia declarada de unos jefes) afirma con indiscutible sugestión poética:

"La (...) muta (...) antigua y más limitada forma de masa (...) debe su aparición entre los hombres a un modelo animal: a la manada de animales que cazan juntos. Los lobos, que el hombre conocía bien y que en el transcurso de los milenios educó para perros, le causaron impresión ya desde fecha muy temprana. Su presencia como animal mítico entre tantos pueblos, las representaciones del hombre-lobo, las historias de hombres que, disfrazados de lobo, asaltan a otros y les roban, aquellas leyendas acerca del origen de los niños que son criados por lobos, todo esto demuestra qué cercano estuvo el lobo del hombre." (Elías Canetti, "Masa y poder", Muchnik Editores, Barcelona, 1977, pág. 92. La negrita es mía, C.S.)

Lo que yo pienso, resistiéndome a los obvios encantos de la metáfora, es que Canetti no hace sino confirmar lo arraigada que está en la mente humana o lo inseparable que resulta de ella el animismo (algo que incluso llega a observarse en Rich Harris o en Maynard Smith.)

Prigogine, por su parte, pone como ejemplo, obviamente a emular, a las hormigas, cuyas sociedades serían para él: ¡"las sociedades ecológicas más exitosas que conozco", como afirmó una vez!

Dawkins desbarra de su declarado darwinismo "entusista" cuando separa la cultura con mecánica evolucionista del resto del proceso del que ella emergió, dándole así una diferenciación que no conduce sino a nuevos mitos.

Al respecto, me pregunto qué se gana constatando que las leyes de la selección natural bajo las que se trasmitieron y se trasmiten los genes, se cumplen a rajatabla (lo que no es real) en un campo que por el contrario se caracteriza porque: (a) su génesis puede ser explicada genéticamente, es decir, como producto de la evolución, como producto de la historia natural, y (b) tiene su propia dinámica y especificidad una vez constituido.

¿Por qué no esto, en lugar de tener que forzar la máquina y mostrar analogías propias de una pirueta o, quizá mejor dicho, de una... memez? Memez que, desde mi punto de vista, no sería sino una forma encubierta de animismo que insiste en rescatar el alma hasta considerarla parte cosntitutiva de los animales menos primitivos, aquellos que deberíamos considerar que también ellos tienen "una cultura" y yo qué sé qué más; criaturas que, por cierto, nunca han llegado, como nosotros, a creer en Dios ni, por cierto, en dioses (¡lo que para Dawkins sabemos que es fundamental, tal vez por su necesidad de marcar su diferencia humana, mientras que para mí en absoluto!), que, en síntesis, no fabrican como nosotros los humanos (y como Dawkins o Prigogine, Canetti y muchos más) un mito tras otro como parte del proceso de la evolución.

Poco hemos ganado con los memes humanos como no fuese proveernos de un estatus "superior" por una vía rebuscada (¡recortando adecuadamente a Dawkins, muchos seres humanos se sentirán mejor gracias a ese concepto!), lo que se diluye si aceptamos la existencia de memes en los animales del mismo modo que reconocemos la evidencia de las sociedades animales, todas ellas, eso sí, compulsivas, explicables históricamente e ideológicamente justificables a posteriori. Exactamente como las humanas (algo sobre lo que volveré aunque sea en mi próxima novela.)

Lo siento, pero no veo necesidad alguna de renunciar a la evidencia en beneficio de ese mito. ¿Y si los miembros más convencidos de las manadas fueron precisamente los que sobrevivieron sobre los lobos solitarios debido a que éstos hubiesen sido exterminados por díscolos o expulsados por individualistas (permítaseme utilizar estos guiños antropocentristas y animistas)? ¿Por quiénes? Pues por los líderes de las manadas que así se habrían afirmando como tales al eliminar a los competidores que quizá también deseaban serlo o que se marginaban... Es decir, por unos líderes... igualmente individualistas e incluso dictatoriales, demasiado fácilmente equiparables como para resistirme a hacerlo, al prototipo humano que Sartre desarrollara en su drama "El Diablo y (el buen) Dios", me refiero al personaje que acaba descubriendo que sólo puede permanecer con los demás situándose a su cabeza (¡y poniendo a los otros a sus pies!)

En fin, no es muy difícil contar una historia de dibujos animados y hacer didáctica ideológica. No soy sino un ser humano.

Ahora bien, la realidad nos muestra que en el hombre se integran tendencias (instintivas) tanto en el sentido de la colaboración como en el del sometimiento, del grupismo y del uso del grupo para fines individuales. Y no porque imite a los animales ni a los conjuntos de cosas con las que se encuentra sino, más bien, porque las heredado de esos animales a través del largo camino de la evolución.

En todo caso, si se resiste a aceptarlo quizá sea porque sufre al descubrirlas en sí mismo, al descubrirse, precisamente, que es bastante más animal de lo que le gustaría.

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