lunes, 16 de julio de 2007

Grupismo y complejidad (3): el instinto de los mitos.

Como todo lo que nos produce angustia y demás malestares equivalentes, la extrañeza ante la realidad en general, ante la vida, como es obvio, y finalmente ante la propia complejidad, nos impulsa a darnos explicaciones de todo tipo, pero, en base a las limitaciones presentes de diverso orden, sobretodo y esencialmente míticas.

Esto ya fue planteado por la ciencia, la filosofía, el psicoanálisis y la psicología evolutiva desde hace tiempo de manera más o menos rudimentaria y más o menos rigurosa (todo es palimpsesto, quizá también por lo que diré aquí.) También, más recientemente, está presente en las teorías más actuales que tratan el lenguaje y otros atributos humanos como instintivos y otras que se centran en la complejidad y las emergencias.

Yo he comenzado a actualizarme un poco más en todo esto y encuentro mis reflexiones coincidentes en general con lo que por ahí se está sosteniendo, en todo caso con matices que me atrevo a señalar con quizás alguna inmodestia y osadía. En esa línea, defiendo enteramente la idea de que el lenguaje, pero también todos los atributos del ser humano, entre otros la capacidad y la necesidad de fabricar mitos, deben ser considerados instintos humanos, obviamente "emergidos" en el curso del proceso evolutivo al que debemos nuestra aparición.

Como dice Pinker muy clarito:
"Lo que hace que un ojo pueda ver es que este órgano, tal y como lo conocemos
hoy, desciende de una larguísima sucesión de ancestros que veían un poco mejor
que sus rivales, lo que les permitió reproducirse mejor que ellos. (...) En
suma, la capacidad de muchos ancestros de ver un poco mejor en un pasado muy
remoto ha hecho que un solo organismo pueda ver extremadamente bien ahora.
Otra forma de decir esto mismo es que la selección natural es el único proceso
capaz de dirigir un linaje de organismos por un camino trazado en un espacio
astronómicamente amplio de posibles organismos, desde un primer organismo sin
ojos hasta otro organismo dotado de ojos que funcionan."
Un poco más abajo, Pinker hace mención de Dawkins:
"Por todos estos motivos, Dawkins afirma que la selección natural no es sólo la
explicación correcta del origen de las formas de vida sobre la Tierra, sino que
tiene que ser la única explicación posible de cualquier fenómeno que podamos
llamar vida en cualquier parte del universo." (Steven Pinker, "El Instinto del
lenguaje", Alianza Editorial, Madrid, 2001, pág. 400; la itálica es de Pinker,
la negrita es mía.)
Y concluye:

"... la selección natural puede convertir una destrezas adquiridas con enorme
esfuerzo e incertidumbre en capacidades firmemente asentadas en la estructura
del cerebro" (íbíd., pág. 401.)

Esto avala mi entendimiento de que todas las destrezas de la especie humana (y las respectivas de todos sus ancestros hasta los pricipios de la vida, destrezas que estan indudablemente en la base de las producidas sucesivamente luego) son innnatas o tienen un carácter instintivo, por más complejo que éste sea, en su base. Me atrevo a afirmar, por lógica deductiva y fidelidad al postulado de objetividad, que con ese enfoque deben considerarse todas las habilidades y destrezas culturales, en particular la capacidad para fabricar y comunicar los mitos y las utopías.
Esto, por otra parte, me provee de una explicación muy económica del proceso que llevó a la humanidad a constituir grupos cada vez más complejos y enlaza con la marcha que parece impresa en el curso del tiempo hacia la complejidad en general.
Según veo, toda la historia muestra que fue gracias a esas capacidades propiamente humanas (lenguaje y capacidad para elaborar mitos) que los grupos humanos se desarrollaron hasta superar y alejarse cada vez más de las estrechas barreras iniciales del parentesco y la familiaridad (familiaridades que se olfatean, se ven y se tocan), sino en relaciones contractuales que se convienen e incluso se adivinan. Grupos que se forman y crecen de ese modo y gracias a ello, como bien ha señalado Harris:

"Para los miembros de una comunidad chimpancé, nosotros incluye sólo a los
individuos a los que se reconoce. Un individuo no familiar es considerado
automáticamente uno de ellos. En la época de Josué, los grupos humanos se habían
hecho tan grandes que no todo el mundo se conocía: el grupo se había convertido
en un concepto, una idea. Cuando Josué se encontró con un extraño fuera de los
muros de Jericó, tuvo que preguntarle: ¿Eres de los nuestros o nuestro
adversario?, ¿eres de nosotros o de ellos? La habilidad para formar grupos
mayores que los adversarios de uno es un avance cognitivo que tiene
compensaciones obvias." (Judith Rich Harrris, "El mito de la educación", págs.
164-165; la itálica es de Harris, la negrita es mía.)

Para que esto sucediera, era necesaria la previa emergencia de nuevos instintos capaces de esas proezas sociales, instintos como el del lenguaje y el de la fabricación de mitos estrechamente combinados. Me atreveré a añadir... de mitos y mentiras. Y aún más, de la capacidad de detectarlas en los demás.
Apuntadas las dos conclusiones sobre las que pienso seguir profundizando en entradas posteriores, ya se puede ver lo sencillo que resulta una explicación global del fenómeno social humano sobre una base exclusivamente evolucionista. Y como esto confirma la tendencia natural al aumento de la complejidad.
Se explica, entre otras cosas, el proceso que fue desde las bandas a las tribus, de ahí a las jefaturas y de estas a los estados, organizaciones cada vez más complejas y capaces de controlar sociedades progresivamente más extensas y complejas como las sociedades burocráticas modernas y las diversas sociedades capitalistas con su mega-división del trabajo no sólo físico sino cultural.

Así, con extrema economía, sin abandonar la teoría de la selección, se puede sostener que el aparato instintivo, que sólo puede explicarse en referencia al proceso natural evolutivo, enlaza con todos esos resultados asombrosos producidos por la humanidad que tanto nos sorprenden y nos maravillan: nuestras ciudades, nuestras máquinas, nuestras actividades complejas aparentemente orientadas a un fin trascendente...

No es sencillo para el hombre, para quien el mundo es algo dado repentinamente, ver ese mundo como producto de un proceso de millones de millones de años , por decir una cantidad cualquiera. Es decir, como resultado de un lento y continuo proceso de creación concatenada.

Esto pasa toda la vida con cosas como el infinito o en la infancia con la injusticia paterna ante una conducta que obviamente no puede ser responsable y que es rechazada cuando no castigada con la consiguiente sorpresa e incomprensión. En unos u otros casos el ser humano responderá y ha respondido fabricando un mito; mito metafísico, mito psicológico...

Por ello, al hablar sobre el carácter social del ser humano y la relación entre individuo y sociedad, el problema vuelve una y otra vez a enmarañarse. El mito nace en el cerebro como respuesta más o menos inmediata, complementando, cuando las hay para un fenómeno dado, explicaciones científicas, racionales y deterministas disponibles. Mito y ciencia (a veces aparente, generalmente incompleta y por ello necesitada de
argumentos adicionales) se combinan para "salir del paso" y permitirle al hombre continuar operando en el mundo, muchas veces en una escala defensiva.

Yo sólo pretendo defender la idea de que todo está genéticamente concatenado y en constante interacción (lo que me permite, repito, explicarme la tendencia al incremento sistemático de la complejidad e incluso las necesarias emergencias de las que hoy se habla con mayor o menor rigor científico a mi parecer), cada cosa en su
plano específico, en su conjunto. Por otra parte, pretendo también denunciar el carácter ideológico (o sociopsicológico) que está detrás de los deslices no científicos de los especialistas y de sus seguidores, de la apelación al mito, de la corrupción por el mito, de las obsesiones eruditas y/o burocráticas, etc. De esta manera, apuesto por una lectura con objetividad creciente de los mensajes que se emiten y emitimos y que en gran medida necesitamos todos para explicarnos el lugar que ocupamos y para sobrevivir en él (algo que hace mucho se llegó a llamar ideología aunque contrapuesta a una supuesta conciencia, especialmente de clase o científica.) Ese punto de vista epistemológico es fundamental para un enfoque desprejuiciado, crítico y liberador. Tal vez la misma sea una consecuencia inevitable que nos conduzca un peldaño más allá, hacia algún nuevo estadio; una pauta que de todos modos no nos queda más que seguir.

Ahí se queda, en todo caso, el mito que John Maynard Smith ("Ocho hitos de la evolución", Tusquets, Metatemas 67, pags. 228-229.) consideraba deseable (¡combinándolo, por si el mito fuera insuficiente, con cierta represión altruista!) para que el hombre superase la actual etapa de violencia, injusticia, egoísmo y consecuente dominación de unos sobre otros, sería ni más ni menos y en el mejor de los casos un sucedáneo de la propia ciencia, quizás ella misma con matices míticos para que fuese asimilable, para darle "cohesión", como Maynard acaba sugieriendo con evidente ingenuidad. Algo que por cierto me recuerda a Prigogine. Pero inclusive la ciencia, en manos de los especialistas, sólo podría regir en la famosa República de Sabios, que no tiene por qué ser nada idílico ni representar una gran diferencia para la libertad individual, sino algo utópico que nunca acabaría de llevarse a cabo, puesto que los mitos también tienen sus reglas y no cualquier idea se puede convertir en real (algo que Maynard y tantos otros habrían debido saber como científicos... y ser coherentes con ese conocimiento.) Algo, en fin, sospechosamente socialista, o ecologista, ¡incluso cristiano!, y que, como la historia ha demostrado, acaba aplicándose como se puede,
traicionando en cierto sentido la teoría, a la manera de Rousseau o de Lenin.

Por todo eso, me parece que será más sano que continúe en la denuncia lúcida aunque ello me mantenga en la relativa marginación, y dedicarme a amplificarla y a expandirla. Sí, aunque acabe reducido a una voz en el desierto o convertido en una leyenda que se perderá en los tiempos. Pero ésto ya lo dije antes: vaya, será que no veo otra salida. De todos modos, vivo la lucidez como algo autosatisfactorio. Y espero que no acabe siendo dolorosa.

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