jueves, 4 de junio de 2009

¿Personajes en busca de autor?

No acabo de tener la convicción de que actuemos, los humanos, de manera muy distinta a como suelen hacerlo sobre un escenario los actores de una obra. La escena es tan real, los actos y escenas se suceden sin fin de tal manera que es para no creérselo, que es para pensar que no existe tal drama (o tragedia, o comedia...) sino vida real. Y sin embargo, hay muchas pautas que nos llevan a pensar eso por momentos (a mí al menos), una y otra vez... para volver a descartarlo.

Sin duda (es decir, no me caben dudas) de que no hubo nunca (es decir, desde siempre) un guión previo (previo al inicio del Tiempo) que se nos haya impuesto, ni siquiera unas líneas generales provenientes de una Dirección omnímoda y omnipresente... No me caben dudas de que sólo Deux ex machina. Y no obstante, improvisamos respondiendo a ciertas (no tan vagas) direcciones (como hacen más bien los músicos de una banda de jazz).

Muchos ven en ello eso que llaman "libre albedrío", pero para mí esas improvisaciones no se describen adecuadamente con algo tan ajeno, tan desvinculado de la realidad, tan supuestamente "libre" en nosotros, en sí, a fin de cuentas... como inoculado desde una instancia que nos desbordaría y que entra en escena (es introducida) disfrazada de diversas cosas... para ser igualmente Deux.

Hasta ahora (y todavía), sin embargo, los humanos sabían (es decir, sentían tener la convicción) de que había cosas ciertas e inciertas relativamente bien diferenciadas. Incluso habían creído llegar (y aún creen muchos, más papistas aún que el propio Papa), que se había conseguido trazar una línea bastante clara que separaría aquello de lo que sí... de aquello de lo que no... se podía hablar... Por lo visto, una ilusión como lo fuera antes (y aún) la fe en los credos dominates (y no tanto).

Pero hoy (es decir, desde hace un tiempo aunque cada vez más notablemente), resulta tan sencillo como sacar una paja de un pajar encontrar espécimenes humanos que no tengan ni idea de hacia dónde van.

Las únicas referencias disponibles en contrario sólo sirven para avergonzarlos y por ese medio silenciar sus miedos y angustias, sus reclamaciones, su orfandad... Son las que extraen de ver (o de creer ver) a los demás ir por el buen camino, de saber (creer saber) a dónde van. Y ello los hace pensar, en cuanto piensan, que están al borde de la mismísima locura.

Tal vez, me pregunto sin embargo, la única diferencia sólo esté en que ahora el velo haya caído. Que, ahora, el que quiera pueda ver mejor lo que había detrás. Lo que realmente se ofrecía. Y que tal vez por ello, los que no miramos para otro lado ni seguimos viendo el viejo trampantojo como si continuaran imperando los viejos contratos y las viejas convenciones, simplemente nos dejemos llevar por la nostalgia; la que nos lleva a desear que se levante un nuevo velo, un nuevo mito, un nuevo lenguaje sólido, dignos de confianza...

Tal vez, en el fondo, me digo, el lenguaje fuera siempre instrumental y las palabras siempre representaran "ocultas intenciones", deseos inconfesables e incluso inconscientes, sueños más o menos reprimidos, imposibles o difíciles de confesar...

Parece evidente que hoy se haya llegado a un cierto extremo, que la sociedad actual favorezca y justifique, desde su propia base, el lenguaje publicitario y que tal vez esto le permitiera dominar, que el mundo de mercancías al extenderse a todas las actividades hiciese de las palabras meros códigos de barras sobre uno u otro envoltorio de contenido variable, que ese lenguaje, engarzando con los habituales grupalismos excluyentes y otras prácticas inevitables o primarias pero también ya muy mediatizadas, haya ido mucho más allá de cualquier lenguaje alegórico o simbólico previo, un lenguaje no alegórico ni simbólico ni ideológico sino puramente identificatorio, al servicio del etiquetado o del marcaje...

Sin duda, ello es un resultado de unas cuantas cosas sucedidas al unísono, pero se hace notar de manera sobresaliente, no sabría decir si como causa o como mera imagen especular de lo que sucede (¿y realmente, qué sucede?); como una evidencia en el mismísimo terreno del lenguaje, es decir, de la comunicación. De repente, de manera creciente, ese lenguaje se está vaciando, tal vez determinando nuestra incertidumbre, tal vez reflejándola como decía. Cada vez, las palabras que nos dirigen los demás, significan menos. Cada vez, las palabras que empleamos para dirigirnos a los otros se dirigen con fines que las palabras no contienen...

Es lógico el desconcierto generalizado, empieza a serlo el silencio, la indefensión, el autismo...

Cuando algo deja de servir para la supervivencia, cuando lo contrario se percibe como mayor garantía... es lógico que sea abandonado.

A veces me creo, me siento... uno de los pocos que se mantienen aferrado a una rama que amenaza romperse sobre una corriente desbordada del río ése (el de Heráclito) que nunca permanece, y que bajo mis pies se hace cada vez más potente y terrible. Tal vez también se trate de histrionismo, de la necesidad de un rol apropiado a mis gustos y pretensiones en una representación que no ha empezado ni terminará nunca; cosa de sensaciones o de sufrimientos que escribimos para representar, más o menos coordinadamente aunque no siempre lo parezca, aunque no tenga por ello Un Sentido. A veces me siento tentado no a callar aquello de lo que no se puede hablar sino aquello de lo que se podría... o sea... a soltarme de la rama del decorado... a representar mi propia caída.


2 comentarios:

RDC dijo...

Me ha gustado... De hecho, más que el homo sapiens deberíamos llamarnos el homo mimesis, el hombre que actua.

Saludos.

Carlos Suchowolski dijo...

Gracias por la visita y me alegro que te haya gustado. Para coneguir esos resultados también se escribe y se actúa.

Y por darle alguna vuelta más, creo que actuamos y escribimos como modo de aprehender un mundo que funcione, que nos sea más predecible... Sartre inventa a un actor, Kean, en su drama homónimo, que dice que se representa porque se es "mentiroso de nacimiento". Lo que no dice (si recierdo bien) es que en realidad lo es hacia sí mismo, lo que es una conclusión ciertamente más existencialista, aunque más nietzschena.

Un saludo y hasta pronto.