"En fin, ahora se ve que los liberales no somos más que una minoría de raros que defiende la libertad. Y se ve que sus defensores meramente oportunistas o circunstanciales pueden convertirse en sus enemigos".
Con estas palabras concluía un artículo del economista (esto es, del especialista en Economía) Don Carlos Rodríguez Braun escrito a raíz de las famosas manifestaciones del capitalista Díaz "Ferráz" Ferrán que en su momento habían sido aprovechadas para su propaganda por la burocracia gobernante erigida repentinamente como salvadora.
Don Braun se considera un liberal y Don Ferrán es en buena medida un capitalista de carne y hueso de esos a los que Don Braun y compañía, a pesar de todos sus remilgos argumentales hoy posibles, acabarían optando, en todo caso tras el triunfo de la profetizada revolución liberal, y como poco, por hacerlos reeducar... en el camp... quiero decir, en el mercado?
Diréis muchos, tal vez la mayoría, por uno u otro motivo, que he vuelto a soltar un exabrupto (cosa muy practicada por los de una y otra zona y una y otra trinchera y muy aplaudidos entre los propios cuando se apela a ello para desvalorizar a los contrarios), pero ¿qué otra cosa puede desprenderse de quien considera a los capitalistas de ese tipo traidores a la causa (o como se diría en la trinchera opuesta: renegados de su conciencia de clase, conciencia que, sin lugar a discusiones, residiría en la vanguardia)? ¿O es que no es esto en verdad lo que encierra el juicio reprobatorio que Don Braun les dedica a "esos capitalistas" que, por encima de toda consideración ideológica (sin duda, ya que de lo demás se encarga el mercado) "...aprovechan cualquier oportunidad para no competir, reclamar privilegios y "conspirar contra el público""? ¿No es acaso una acusación en toda regla de traición de lesa majestad, como Lewis Caroll habría puesto en boca de la Reina de Corazones, o como en esencia habrían dicho Karl Marx, Lenin y Mao por citar a los más célebres miembros de esa otra vanguardia, de esa otra trinchera; traición ideológica que perjudicaría la marcha de esa profética revolución, que en todo caso pone de manifiesto lo socialdemócratas, "oiga", lo... mencheviques que se habrían vuelto los capitalistas reales, es decir, lo pragmáticos, realistas o maquiavélicos que, ¡repito: "oiga"!, siempre fueron (1)? ¡Sin duda: que la perjudicaría sin más que es lo importante en el combate a muerte entre los grupos, negando así de hecho todo valor a la opinión contraria de la que no se quiere extraer ni el más mínimo de los indicios de que la posición propia también es endeble y no ha demostrado nada salvo lo que se quiere demostrar (como incluso hizo Galileo) (2)!
Pues esto nos pone ante una característica propia y relevante de la idiosincrasia intelectual. Y es justamente esa característica la que al dar tanta seguridad acaba conduciendo, en las circunstancias apropiadas, al totalitarismo e incluso al terror, es decir, a la defensa a toda costa de lo conquistado; me refiero, como debéis haber imaginado, a la vehemencia y a la convicción de ser poseedores de la verdad más verdadera de todas las posibles (3).
Y no es que crea ni por asomo que un intelectual pueda estar dudando todo el tiempo. No, eso es imposible incluso en todo ser humano sano. Por eso no debe interpretarse lo que digo sino como una simple caracterización que simplemente está en la base antropológica de lo que tantas guerras y dolor provocan en... los seres humanos sanos, que también... Bueno... claro que es posible al menos reconocer por qué defendemos lo que defendemos y... hasta dónde queremos llegar. Reconocer lo que Strauss llamaba "compromiso" que admitía no poder evitar (creándose de este modo, al ser consciente de ello, las condiciones que Nietzsche ya había señalado como paralizantes para llevarlo a cabo).
En ese sentido, Don Braun no va tan lejos. Como corresponde, él debe sentirse muy seguro de sí mismo y considerar tan verdaderas sus tesis como a cualquier cartesiano le pasaría respecto a la existencia de Dios y como a los defensores militantes del ateísmo en el sentido opuesto, cuyas infructuosas discusiones racionales, por ambas partes, apenas si enmascaran su significación real, la pretensión de poder o la voluntad de conservarlo. Y tan seguro, en fin, como socialistas y socialdemócratas. Para unos y otros, La Razón misma se resentiría con conclusiones diferentes a las suyas y eso es lo que tienen en común. Por eso, así como Descartes apeló a Dios para justificar la Razón, Don Braun y otros personajes de su entorno reivindican la perennidad absoluta del mercado o a su eterno retorno sui generis (4).
Así pues, precisamente con un arsenal que por cierto no luce demasiado en el texto, Don Braun se permite arremeter sin tapujos, jacobino hasta la médula, insistiendo en otro artículo inmediatamente posterior al mencionado, lo siguiente (las frases en rojo han sido enrojecidas por mí básicamente por vergüenza intelectual ajena):
"La idea supuestamente bondadosa de estipular un justo punto medio entre el mercado y lo "social" es tan popular como infundada. En efecto, parte de la falacia de que se trata de extremos análogos y análogamente rechazables, y ambas ideas son falaces. No se puede enfrentar el mercado con lo "social" porque el mercado es social, no hay mercado sin sociedad. Cuando se habla de lo social, entonces, no se quiere decir sociedad sino política, es decir, la coerción legal. Por lo tanto, lo que don Hans-Gert abnegadamente pretende alcanzar es un equilibrio entre la libertad y la coacción, extremos que equipara y rechaza por igual, como si fueran objetos equivalentes de repulsa.Esta aversión a la libertad es lo que le impide concebir la posibilidad de que las personas conserven lo que es suyo. En vez de ello, la discusión es qué deben hacer los gobernantes con 700.000 millones de dinero ajeno. El señor Poettering, como cualquier otro socialista, quiere usarlos para luchar contra el hambre, un mal que jamás concibe que se pueda combatir como de hecho se combate: con la libertad y el trabajo de la gente.
En bella simetría, el entrevistador no se quedó corto en esta apoteosis de pensamiento único. En páginas de información, Andreu Missé preguntó seriamente sobre "el fin del capitalismo anglosajón...que lo fía todo al mercado". Todo, oiga, todo."
Hasta aquí el Sr. Braun, especialista y profesor universitario para más INRI y estrella además de todo programa que se precie lo bastante de liberal, todo lo que muestra lo que su caché ha crecido alejándolo algo más del hambre que antes de la crisis... hasta hacer de él últimamente un ministeriable al menos para su propia secta (como ya he apuntado en la nota 2), lo que sin duda considerará gratificaciones materiales y morales respectivamente por su "trabajo productivo" e "importante" que ¡cómo compararlo con los más propagandísticos y de agitación que provienen de la trinchera opuesta y que, oiga... sí que merecen ese calificativo. Y a continuación me permito contestar a las cuestiones de bulto con algunas observaciones y algunas preguntitas (¡ay, cómo me gustaría que me contestara en persona, al margen de que mi currículum no estuviese a su altura, a diferencia de algunos otros que creo me leen pero ni discuten, ni aportan ni siquiera bufan...!) digamos que capciosas. Allá vamos:
a) Lo que llama "lo social" está muy debilmente expuesto (y no po brevedad). ¿Qué es sino "política" "el mercado" que "también es social" y qué "la coerción" incluida la "legal" sino "social"? La política no es por otra parte sólo "coacción legal" ni esta fue estrictamente necesaria para imponer las tendencias económicas que llevaron y llevan del libre mercado al monopolio o a la especulación o a la corrupción o al mercado negro o al tráfico pernicioso para la salud, etc., etc. Lo que además no comprendo es que un liberal critique, si así puede llamarse a la observación, el deseo de "equilibrar" libertad y coacción cuando es lo que cualquier lector no demasiado minusioso encontrará en Mill o en Hayek. Y no se piense aquí que no estoy pidiendo una rectificación sino una aclaración, ya que para mí el problema está completamente fuera de ese marco y mis definiciones son de por sí completamente diferentes de las que subyacen en el texto citado.
b) Lo que denomina "lo suyo" puede no haber venido del trabajo, sino de la piratería, la explotación no retribuida o demasiado pobremente retribuida (esclavitud efectiva o suavizada, etc.) ¿Era por otra parte suya la propiedad del suelo que acabó en manos la aristocracia o los feudales? ? Era... de Dios, como para Locke -el mismo Dios que legitimara La Razón de Descartes y que diera la tierra a sus legitimados adeptos que la conquistaron muchas veces con la cruz y siempre con la espada-? ¿Considera la Revolución Francesa una revolución burguesa liberadora del mercado, la considera un acto de restricción de la libertad? Ay, ya me gustaría que tomara partido al respecto. Y que me dijera por qué ahora, después de que la Historia parió el mercado capitalista sería necesario que la política, la guerra, el saqueo, el engaño, etc., quedaran fuera de juego. Y claro... ¡¿cómo sino con esas mismas herramientas: las herramientas valoradas por Tucídides y aún vigentes?! ¿Porque... no estará pensando en una cruzada a la manera de Cristo o de Ghandi, digo yo, oiga?
c) El hambre no siempre se combate con el trabajo de las gentes, salvo para quienes ocupan un lugar dominante. El mercado laboral crece depreciando los salarios. Va siendo invadido por máquinas. El más tecnificado compite de tal modo con el que lo está menos, lo que obliga a este último o a sus métodos a ser abandonado (Africa). Es indiscutible que su postura es un apriorismo ideológico que no se ve reflejado en la realidad. Si está en contra de la acción coercitiva del Estado o de bandas de particulares (los monopolios, las alianzas entre burócratas gestores de empresas y políticos, su postura debe ser otra y lo invito a tenerla, pero reconozca al menos, Don Braun, que para Ud primero está la utopía capitalista de libre mercado, que no existe y que en todo caso sólo existió como modelo, y no la libertad, y que para implantar lo primero, estaría o debería estar dispuesto, so pena de acabar seriamente frustrado o resignarse con las pequeñas alegrías falsas que duran poco, mediante seudo demostraciones por el absurdo, a que algún sabio aristócrata de mente -o noble de mente, o virtuoso si prefiere- tomase el poder y lo pusiese a Ud de consejero o de viceministro de economía... lo que Platón buscó en su día mediante la demasiado vehemente educación del hijo del rey de Siracusa.
Ni Mill ni Hayek pudieron salir del atolladero que implicaba encontrar una respuesta a una pregunta capciosa realizada en los siguientes términos: "¿Cuál sería la línea con la que delimitaría Ud la intervención estatal en la vida social de los individuos?", y Don Braun tampoco así como ningún liberal, cualquiera sea el grado de jacobinismo que circule por sus venas. Y no pueden porque responder a ella equivale a decir ¿cuál es el grado de capitalismo burocrático que sería de su agrado y... ya puestos, de qué signo ideológico de segundo grado? La respuesta dejaría (deja) ver indudablemente la seria dificultad y la notable ambivalencia y ambigüedad del discurso liberal en cuanto se aleja de la propaganda y de la agitación para consumo de masas... o de acólitos escasamente rigurosos. Esa dificultad experimentada por Mill y Hayek, y por todos los que dicen continuarlos, pretenden escapar por la tangente diciendo sin fundamentarlo seriamente que el mercado es automáticamente corrector, es decir, se refugian en una esperanza ilusoria (cuando no agitan el engaño y quizás el autoengaño correspondiente del que la vida los obligaría a desdecirse en cuanto dejaran de ser simplemente... profesores). Porque, en todo caso, si bien es cierto que la vida se adapta en el curso del tiempo y que a la larga las cosas Tienden a estabilizarse, también... tienden al colapso.
Pero, además, ¿el mercado es corrector de qué?, pues según ellos, al polemizar con "la izquierda" (o para hacerlo sin que los juzguen unos miserables, es decir, por puro complejo o "mala conciencia")... lo sería no sólo de los precios, sino de... las injusticias sociales, a las que ellos también han querido (y quieren) responder.
Pero esto no es verdad, del mismo modo que no es verdad la vocación justiciera de los socialistas, aunque tampoco sea eso lo más importante en el contexto de ese artículo.
Lo importante es que unos y otros quieran convencernos (y estén plenamente convencidos) y que para ello no puedan sino propender o al menos soñar con un poder coercitivo a la medida de sus concepciones. Lo importante (y lo común a la intelectualidad de toda la vida y a la contemporánea intelectualidad residual) es que se autoengañen idílicamente, ignorando al menos parte de la realidad. Y que nos quieran engañar con su "verdad absoluta" y "demostrable" (tributarias palabras del racionalismo en el que cae por ejemplo Revel). Lo importante, por lo que aquí quiero resaltar, es que se comportan como intelectuales que aspiran a un poder burocrático cuando no lo comparten o luchan por conquistarlo cuando están o han sido marginados.
Revel, que ha sido y es tan bien valorado por el Liberalismo, incluso en sus segmentos más radicales, reconocía en una entrevista que "Hoy lo que existe son diferencias sobre el modo de aplicar el capitalismo: con más o menos mercado, con más o menos impuestos o con una u otra forma de redistribución."
Pero, entonces, ¿por qué no hay un esfuerzo riguroso por parte de tantos y tantos expertos como Don Braun, por elucidar qué es el capitalismo, cuáles son sus realidades y no sus utopías, hasta qué punto es una pretensión intelectual la fundación de un capitalismo sin o contra los capitalistas, etc.? Pues sólo porque lo que caracteriza al intelectual, además, es su incapacidad congénita para considerarse un simple... resultado. Y en concreto, un ser social concreto con su propios intereses y su propia concepción idílica, tan válida como la de cualquier otro mortal.
Por otra parte, sobretodo si son más honestos y sensibles que pragmáticos, al imponérseles también a ellos la moral y la psicología dominantes (hoy en buena medida inmoral según se mire) acaban, justamente a instancias de la "mala conciencia" que esa ambigüedad encierra, justificándose ante sus lectores, como en el caso siguiente:
"Algún lector podría aducir que el liberalismo reclama también menores salarios y despido gratis, pero no es así: el liberalismo dice que los salarios no deben ser bajos ni altos sino libres, y las condiciones de contratación y despido no deben ser tampoco baratas ni caras sino libres. No es lo mismo un despido gratis que uno libre."
Como si la palabra fuera verbo divino" que "el lector" vaya a admitir sin más, es decir, sin sentir que de nuevo se lo quiere engañar vilmente con un eufemismo (¡ay estos profesores y su labia... y no digamos "estos argentinos" -si se me permite la autoironía-!)
Pero eso ya lo sabe el lector... en tanto confíe en las leyes socialdemócratas (o sociales, o políticas, o "de coerción legal") instauradas a instancias de protestas de abajo y búsqueda de votos desde arriba a lo largo de los últimos dos siglos... Cobrará sin duda, una indemnización, sin duda, y luego el paro, sin duda, o sea una subvención (sobre la que no se dice nada), que "pagaremos todos los contribuyentes", sin duda (sobre lo que se dejan otros párrafos separados para manifestarse en contra de hecho o de derecho, tal vez también con disposición para aceptar un cierto límite); cobrará, sí, todo eso, más o menos... pero lo que el proletario quiere, y no habrá modo alguno de convencerlo, es cobrar toda la vida, no quedarse sin techo ni sustento nunca. Y eso, precisamente, la libertad de mercado no puede garantizar (se deja a resultas de la lucha malthusiana y spenceriana) y los socialistas seguirán usando para trepar hasta lo más alto posible del poder (como se ha visto hoy donde en nombre del nacionalismo europeo y francés se justifican nuevas tomas de posición de la vanguardia de las burocracias occidentales hacia un control aún mayor sobre la economía para evitar ser desplazados por otras, verdadera tercermundización política desde dentro para evitar la potencial capitalista (e ideocrática) que amenaza desde fuera; una manifestación como dejo ver que NO ES de nacionalismo, sino, si sabemos leer adecuadamente, de la JUSTIFICACION MÁS DIGERIBLE, EFICAZ Y A LA MANO que se le pudo ocurrir al actual presidente de Francia, con más o menos acierto, para consolidar y acrecentar el poder de su grupo dominante) (5).
A la luz de las evidencias expuestas, no parece extremadamente necesario fundamentar más la tesis de que el Liberalismo es un producto puramente intelectual, tan utópico y esperanzado como el socialismo contra el que combate y contra el que esgrime exactamente la misma argumentación que su oponente: La Historia. A fin de cuentas, se comprende que Don Braun prefiera dedicar un artículo a "bajarle" la definición de "Casino" a Mario Soares... que darnos a todos la que él tenga del capitalismo real de nuestros días y de con qué movimiento piensa "refundarlo" ya que no cuenta con el poder de Sarkozy.... que indudablemente es "otra historia", aparentemente... la "otra cara de la historia".
(to be continued...)
Notas:
¿Será acaso que la Historia de la Intelectualidad abunda sobradamente de reiteraciones en ese sentido, de incoherencia y hasta de hipocresía? ¿Será que la mediocridad intelectual es como poco una tapadera inmejorable tras la que ocultar la mezquindad burocrática que cuesta tanto reconocer como les costaba a los frailes reconocerse ricos y poderosos en el seno de la Iglesia?
De todos modos, habrá que seguir acumulando pruebas para dar una explicación mejor, rotunda, rigurosa, que no deje resquicios sino en todo caso detalles por completar, que nos permitan comprender por qué a pesar de todo se persiste en el error intelectual que lleva a preparar el terreno a los Eutifrones vía la frustración propia, la melancolía, la decepción y hasta la capitulación en uno u otro grado; es decir, ¿cuál es esa idiosincrasia que no permite o al menos dificulta enormemente que se actúe, se hable y se piense de ese modo (el modo de Braun y cía, tanto más propagandístico y agitativo como poco riguroso, en cuyo medio -LD Televisión- se ha llegado a comentar públicamente, no sé si en broma, pero con cierto beneplácito de muchos espectadores, que Don Braun sería un muy deseable Ministro de Economía, o sea, un detentador del Poder que ya sabemos todo lo que permite); esa idiosincrasia que lleva a decir "raros" cuando se debería decir "intelectuales", que lleva a optar por decir "ahora se ve" en lugar de reconocer que lo ha sido "desde un principio" o por lo menos "desde hace tiempo", que los lleva a asemejarse a sus alter egos, los Eutifrones gobernantes a quienes en parte se critica pero que los usan, los tergiversan, los marginan, los condenan, los deportan, los encierran, los asesinan... y si pueden y hay espacio y sustancia para ello... los corrompen? ¿Qué los empuja cada vez más a la mediocridad y al desparpajo, a la desvergüenza y al ridículo, a alimentar ellos mismos más y más las filas de los Eutifrones que hacen reir sin preocuparse ni un mínimo por la propia imagen, como puso de manifiesto, por ejemplo, Solbes, el actual ministro, en el Parlamento, al manifestar que "siempre dijeron que había crisis", o mediante cualquiera de las sistemáticas ridiculeces y absurdos en que esos incurren, generalmente a propósito?
Transcribiendo al completo la respuesta a la pregunta "¿Dónde estaría hoy la frontera entre izquierda y derecha?" que se le hace en una entrevista, dice Revel: "En la política que aplican los gobiernos, ninguna. Todos se ven obligados a aceptar la lógica de la evolución económica. De ahí que los partidos socialistas de hoy en día sólo tienen de socialismo el nombre. El socialismo, tal como se concibió en el siglo XIX y trató de aplicarse en el siglo XX, con la apropiación por el Estado de los medios de producción, ha muerto. Sobrevive sólo como utopía. Y la utopía no puede servir de remedio para los males que genere el capitalismo. La corrección de esos males sólo podrá venir del propio liberalismo. No hay una vía diversa."
Revel... está seguro de que nos lo ha demostrado tanto como... lo estaba Descartes acerca de un ente en el curiosamente Revel no cree, Dios. ¿Quizá porque los tiempos han cambiado, como él mismo apunta en "Conocimiento inútil" y hay que buscarle un sustituto?
Otro ejemplo de una concepción cientifisista (y que se agita como nuevo artículo de fe) lo ofrece el magnífico arsenal científico que nos proporciona la Escuela Austriaca de Economía.
Con estas y otras perogrulladas sin consistencia teórica alguna, se desliza tergiversadoramente... que, sin darnos cuenta, alguna vez hace no tanto tiempo, hayamos estado viviendo en un capitalismo libre de supervisión y que lo que vendrá será una fase nueva caracterizada por la instauración de ese instrumental ausente, causante del desastre (algo que se parece como un calco al original a la idea de que hayamos estado viviendo hasta hace nada en un capitalismo cuasi salvaje). Lo cierto es que la mayoría de los propios liberales se han inclinado por aceptar la necesidad de esa intervención, de aceptar que no existía en ciertos ámbitos o que era insuficiente, de convenir que se debe realizar de "una determinada manera", etc. Los ancaps, fieles a sus convicciones, se muestran por su parte más débiles que nunca y más lejos de la opinión pública que de costumbre.
Pero... ¿qué queda del Liberalismo si por fin hay que resignarse reconociendo que "Las ideologías, como elaboraciones teóricas, son perfectas. La realidad nunca lo es. ", como también dice Revel en la entrevista antes citada... sometido por fin al peso de las circunstancias? ¿En ese caso, qué ahora cuando ya no parece que vayamos, tras la caída del muro, "viento en popa", y ya no parezca imponerse... "la lógica de la evolución económica"?
Por mi parte, yo también pienso que ha comenzada una nueva escalada burocrática, o de la burocratización que sigue progresando, en la cual hasta los conservadores demuestran sin tapujos lo que son: Eutifrones burocráticos y muy escasamente intelectuales de antaño, o gatopardistas, como ya dije por ahí. Un proceso que será considerado más profundamente por mí en cuanto complete la bibliografía apropiada.
Lo evidente es que con una entrada más abrupta de lo que se podía haber esperado que nunca en la escena de la actual crisis "financiera" por parte de la hasta hace poco adormecida "burocracia inoperante", se despierta (y se publicita amplia y denodadamente) la sensación de que algo cambiará o debe cambiar de manera radical y que esto, tarde y apresuradamente, ha comenzado a realizarse por los mismos líderes y representantes que tenía el pueblo, es decir, desde la misma continuidad, y desde arriba. Es tal la combinación de novedad y lastre coexistente en las mentalidades que hasta a los liberales más radicales acaban confiando por momentos en que el Estado y sus instrumentos parecen estar más cerca de poderse convertir más en un arma de la ideología amiga que de la enemiga (lo que los haría benditos) haciendo posible que se crea que "Esta crisis, por increíble que parezca, está teniendo algo positivo". Hasta el anarquismo "de mercado", pues, reconoce de repente que necesita del Estado o que éste es provechoso, o sea, que cierta "coerción legal" es lo único que permitiría imponer sus ideas salvadoras. Un ejemplo más del mismo grupo ha merecido mis dardos unos posts antes. y no he tenido contestación alguna tras aplicárseme un método que parece cada vez más extendido entre la "intelectualidad" y no digamos entre los "burócratas de la cultura" y de "la culturilla"... dejar que ciertas cosas acaben sepultadas y se olviden.
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