miércoles, 28 de enero de 2009

De nuestra larga marcha y de su persistente e infructuosa resistencia.

Del mundo real...

Todavía quedan intelectuales (término que de por sí hace redundante el añadido de occidentales) que viven, de hecho o de derecho y en mayor o menor grado, en una relativa aunque esencial marginación social, a veces sin ser del todo conscientes de ello. Se trata de una cantidad nada despreciable de individuos que se caracterizan por disfrutar de la reflexión y la lectura, por ser altamente observadores y hasta críticos, y por vivir lo mejor posible (o desearlo) gracias a esas capacidades.

No obstante, la mayoría de ellos apenas si consigue recoger las migajas de la modernidad en el seno de cuyas instituciones y a base de hacer carrera al uso, es decir, de aceptar primero proletarizarse y ceñirse a una especialización extrema y a veces aburrida, podrían conseguir "algo más"... aunque claudicando o marginando sus más satisfactorias apetencias. Esas instituciones han proliferado hasta constituir el auténtico entramado de nuestras sociedades contemporáneas (Universidades, Institutos, Fundaciones, Iglesias, Partidos políticos, Corporaciones capitalistas, Corporaciones publico-administrativas, etcétera), conviertiéndose en meras extensiones del Estado, de los grupos gobernantes y de los grupos con perspectivas y vocación de serlo. Algunos de esos intelectuales han caído, si cabe, en una especie de esquizofrenia social al buscar la supervivencia al margen de sus cualidades reflexivas a la vez que al margen de la comodidad y servidumbre de lo político propiamente dicho. Muchos se contentan con imaginar un público más potencial que efectivo que esperan encontrar en el hiperespacio cibernético y echan su leña sistemática a la caldera de internet, "realizándose" de ese casi único modo que les queda.

Estos pensadores se hallan, gracias a su desventura, algo menos atados a las servidumbres del sistema que los empuja cada vez más no sólo a convertirse en proletarios culturales (en todo caso, en especialistas) sino en burócratas (aparentemente) expertos.

Sin embargo, muchos de ellos, en lugar de avanzar resueltamente hacia la autoconciencia dolorosa (la única posible más allá de sus momentáneos efectos estimulantes, propios de toda droga), tienden a refugiarse en el pasado o a pedirle auxilio nostálgico (tal vez una reminiscencia de la felicidad infantil y prenatal tal como se nos aparece en sueños), esto es, a "retroceder" o, como diera Leo Strauss, a "arrepentirse", arrepentirse en nombre del mundo entero; una variante profana a fin de cuentas de la crucificción aceptada por Jesús, el Redentor por antonomasia.

Ese refugio protector, ese escondrijo o parapeto, se levanta con el barro de las tradiciones y los viejos valores, que una vez aferrados se agitan ante la realidad al modo en que Abraham Van Helsing agitara el crucifijo o la ristra de ajos ante los vampiros. Educados, o simplemente nacidos en esta relativamente larga era del homo sapiens que se caracteriza entre otras cosas por su lucha desde la debilidad y el socorro de la astucia (otra cosa que tocará explicar con detalle), rechazan el mundo recibido, que tantos obstáculos les pone a instancias de sus mutuas temporalidades, y con ello todo sentido de la realidad. Lo que Nietzsche vituperó como "negación de la vida" aunque desde un punto de vista que desvalorizaba a unos individuos que no hacían sino actuar , simplemente, con la idiosincrasia típicamente humana en condiciones ambientales adversas. Esa defensa, debemos comprenderla en lugar de pregonar inútilmente otras conductas más elevadas, haciendo a fin de cuentas lo mismo (reivindicando viejos valores imposibles, al menos momentáneamente; innecesarios e ineficaces, al menos momentáneamente, como la virtud, el valor, la honestidad, etc.), como si las palabras fueran mágicas además de eternas y universales; como si se hubiesen legitimado más allá de la muerte de los dioses y de las sistemáticas traiciones de La Razón: las mencionadas entre paréntesis y todas las que Hobbes tuvo a bien definir en su "Leviatán" con la intencionalidad de sentar bases de entendimiento "rigurosas" y definitivas per secula seculorum, basadas a su vez las mismas en un apriorismo idealista o platónico que amalgamaba "La Caverna" a "La Naturaleza" o al "derecho natural", en la que, en todo caso, se situaba todo lo que la lógica de su tiempo necesitaba para abrir los espacios del poder a los intelectuales (como el mismo Hobbes era o como lo pretendió y consiguió Galileo al hacerse cortesano). Una práctica necesaria a la supervivencia (necesaria en los límites psicosociales de sus actores, encorsetada en otras palabras por la realidad social de su tiempo) y... que empieza a ser cada vez menos eficiente u operativa en las actuales circunstancias en las cuales el espacio posible obliga a la claudicación o a una ridícula resistencia que se reduce a la queja y a la mendicidad inconsecuentes (retomaré este punto relativo a la visión de Hobbes ya que tiene para mí más significación de lo que podría parecer).

Las palabras, así, vuelven a perder significado en sus discursos, ahondando la brecha que las separaba de toda significación gracias a las necesidades proselitistas de los burócratas políticos y culturales que usufructúan el poder real. Las palabras, así, distraen y confunden; son apenas amasadas y horneadas para consumo de los opresores desconcertantes.

La única posibilidad de rescatarlas, para quienes simplemente las consideran como gemas incluso no reconociéndoles más valor que el dionisíaco, el erótico, el artístico, el gratuito... es incrustarlas en el Tiempo, aceptarlas como valores presentes que no tienen por qué ser universales para ser asumidos, es decir, comprender su función temporal, grupal, coyuntural y necesaria que sus respectivos actores tienen todo el derecho de esgrimir, de la misma manera que se comprende que los antepasados blandieran el garrote, posteriormente la espada y hoy el arma de fuego.

¿Quiere eso decir que deberíamos aceptarlo todo? ¿Quiere decir eso que apuesto por esa mera postura sin rigor a la que se llama relativismo? No, se trata de comprender algo muy simple pero a la vez muy obstaculizado por "la mala conciencia".

Y para que no se saquen las conclusiones de siempre, me permitiré ser más preciso. Ya lo había ejemplificado a lo largo de todo mi blog, lleno de posiciones políticas, es decir, de respuestas comprometidas ante las exigencias de la polis, y sin ir más lejos en el post inmediatamente anterior a éste, que recomiendo leer más por lo que pretende, al menos, inferir en cuanto a la metodología y el reenfoque que propone que por lo que dice de concreto, así como los dos precedentes. Me refiero a mi para mi inevitable asunción de mi propio compromiso y a mi convicción de que nadie puede soslayarlo por más que pregone el relativismo que se haya inventado y que contradirá a cada paso de su vida, hipócrita o incoherentemente, que en todo caso habrá que identificar bien ("leer bien") y si acaso denunciar.

Lo que debe quedar claro (para mí lo está a falta de que se me demuestre lo contrario) es que los hombres no optan porque sí por unos u otros medios de defensa/ataque, aunque eso les parezca a los racionalistas. Por el contrario, el enfoque que lleva a esa conclusión (que no debe ser simplificada) permite eso que tanto les cuesta a ellos explicarse: el por qué no resulta eficaz el razonamiento para cambiar una conducta, especialmente si es la de las masas.

Y es que la voz que comenzó a hablarnos un día de un modo inteligible y que nos habría sobresaltado sin pausa y por sistema, la voz que fue atribuida inevitablemente a un "demon" o a cualquier otro ente mágico y por fin o en última instancia a los dioses, es demasiado perturbadora y lo sigue siendo. Pero esa voz, hoy "lo sabemos", ha sido un simple resultado de la evolución y no hace sino estar al servicio de nuestra supervivencia por más difícil de creer que esta simple y simplificadora idea nos parezca. Y por difícil que sea esto de asumir en su profundidad abismal.

Esto, que parece a la vez de puro perogrullo, no es fácil de aceptar que sea simplemente un resultado derivado de un proceso de adaptaciones sucesivas: parece demasiado "mágico" y... empobrecedor. Y es que es muy duro para quienes tanto poder han demostrado pensarse como meros herederos de hienas y buitres, de pájaros que viven de robarle los panales a las laboriosas abejas a quienes a su vez robábamos para hacernos con la miel sin riesgo de picaduras, etc., como es el caso: débiles carroñeros y patéticos pero avispados aprovechados que nuestra propia culpabilidad comienza un día a vituperar horrorizada, empujándonos por inversión a sostener que quizás no habría merecido que la conciencia naciera en seres como nosotros (es decir, que para merecerla habría que renunciar punitivamente a nuestra animalidad -"nuestra", la de la hiena, no la del valeroso tigre, no la del infalible halcón...-). Como corresponde a consecuentes herederos de los viejos carroñeros, optaremos cada vez por hacer aquello que nos resulte más económico, más cómodo, menos arriesgado, algo que aunque no nos lo parezca se podría confirmar en la medida en que se tomaran en cuenta todas las circunstancias. Nos lo impone toda nuestra historia y la que nos precediera.

Pero es que esa conciencia nació tal vez, precisamente, para (un para no prediseñado, claro) que como tales animales indefensos pudiéramos sobrevivir, porque precisamente tales como esos lo necesitaban o habrían perecido... hasta otra ocasión o hasta nunca; mediante la argucia, ¡esa chispa mágica que se puso a hablarnos al oído interno!

¿Parece poca cosa? Pues esa pesadísima herencia nos determina tanto como el ADN de nuestros propios padres de quienes esos primeros homínidos no se hallan tan alejados como ya sabemos. En todo caso, no tanto por acción directa de una especie de gen que se habría conservado hasta nosotros, sino en base a la sistemática consolidación, imbricación y complejización iniciada a partir de esa herencia; en base a las sucesivas construcciones levantadas a instancias de los primeros impulsos y necesidades. Y, claro, no es lo único ni siempre lo predominante (el asunto es obviamente muy complejo como para describir de un plumazo siquiera lo fundamental del proceso).

Pero volvamos al presente en el que el espacio para la intelectualidad (esa variante, insisto, de la especie de los carroñeros, de la cual la burocracia usurpadora, los Eutifrones, como los he llamado en otros artículos sobre el mismo tema, son su forma más cercana; esa variante para los cuales los dioses no tienen la última palabra...) se manifiesta más reducido y frustrante que nunca. En este marco cercano, palpable, la realidad se debería poder observar en todo su significado y debería resultar casi innegable lo que sucede con las palabras y los discursos.


...y de los tiempos que corren:

En primera instancia, se observa que "La Crisis" ha empujado y empuja a la impotencia tanto al pueblo llano de Occidente (que aceptaba con resignación y esperanza, como el mal menor si acaso, que el Estado proveyese y no sólo lo engañase, lo explotase y lo oprimiese) como a su intelectualidad proletarizada o marginada. Quedan, arriba, creyéndose por lo visto libres de ser barridos por el temporal (las advertencias de Sarkozy fueron puras justificaciones para el paternalismo), en todo caso comprometidos con su única habilidad y sus raíces en suelo burocrático, los que se dicen gestores y dirigentes de la sociedad, los que se atribuyen la representación efectiva de todos.

Y unos y otros contribuyen así a vaciar de todo contenido y significación esas palabras: unos las desconocen, otros pretenden que signifiquen lo que significaron, los últimos lo que pretenden que los demás crean y lo que cada vez suene mejor. Por ello, esas armas verbales que con más idealidad y apariencia que con realidad, son afiladas en la fragua del retoque adaptativo, ya no sirven ni siquiera para avergonzar a los opresores de hoy y menos para torcer sus acciones hacia los ideales atesorados con melancolía digna de mejores afectos. Las flechas son capturadas en el aire y devueltas con forma de redes.

Sí, sin duda el miedo (volvamos, pues, al miedo) lleva a buscar refugio, como ya dije, en el idealismo racionalista que Sócrates y sus discípulos no sólo nos legaran sino que supieron inocularnos per secula seculorum. El miedo a la vida, como lo denunciara Nietzsche; el miedo a reconocer nuestra orfandad insuperable, propia de un resultado pasajero que pugna por darse una meta que nadie le puede dar (como no sea ese fantasma cuya voz escucha dentro suyo); el miedo, también, a que el animal que nos ocupa acabe con nosotros...

Todas cosas muy aprovechables por cierto por nuestros propios congéneres competidores para acorralarnos (algo que en Hobbes dicho sea de paso, se da la vuelta y se reduce para crear una supuesta necesidad, robinsoniana, e inocular una oportuna "mala conciencia" masiva que tanta utilidad tendrá para la burocracia post-revolucionaria y neorevolucionaria, para los nacionalismos, los fascismos, los bolchevismos, los "anticolonialismos", los "tercermundismos"; nada que no haya nacido con Sócrates y que pasara al cristianismo, como denunciara Nietzsche; nada que no nos siga persiguendo y lastrando a pesar de Nietzsche (me permito remitiros a El problema de Sócrates").

Porque ¡esa es también la capacidad maliciosa de la conciencia utilitaria humana!: la de saber aprovechar la del contrincante, éste, esos, unos "objetos" más del mundo, unos "objetos" más que deben ser manipulados, controlados para afirmar el dominio, para conservarlo y hacerlo seguro, y para ello... cada vez mayor, cada vez más complejo.

La Razón, si por Hobbes hubiese sido, tendría que haberse impuesto por sí misma... siempre que no fuera la escolástica, es decir, siempre que no contuviese contradicción lógica interna alguna... como suponía la suya gracias a una combinación de rigor conceptual y realismo estático o atemporal, el realismo de "La Caverna", el realismo imaginariamente instituido en los hechos para ser luego re-extraído como si proviniera de la realidad eterna, no contaminada por el hombre, por su sociedad, por su presencia. Obviamente, la que quedara abandonada en la prehistoria, en la naturaleza, en la simpleza que precedió a su tiempo...

El racionalismo, que inevitablemente tendría la batalla perdida de antemano, es sin duda un refugio perfecto. Pero, día a día esa derrota intrínseca se haría cada vez más evidente, aunque sin que la intelectualidad diese su brazo a torcer una muestra de resistencia denodada y nostálgica que lleva cada vez más hacia la frustración, la renuncia más o menos concreta a actuar y a denunciar lo que sucede, a veces incluso a la claudicación, en algunas ocasiones incluso amenazando con convertirnos en una leyenda como la de la renombrada historia de Matheson de los vampiros.

Era algo que se debería haber visto con sólo estudiar su idiosincrasia, pero hoy el mundo, en la continuidad de su marcha ha caído sobre ello con todo su peso, destrozando totalmente su supuesta efectividad, tanto para el combate como para la defensa, tanto para avanzar en sus utópicas pretensiones como para servir de refugio y evitar ser esclavizados. Las sistemáticas referencias al pasado que se hicieron desde un principio para dar fundamento a los mitos tranquilizadores, como los de la Biblia o las Filosofías Clásicas y Renacentistas, han caducado como armas y tal vez ya no podamos volver a restablecer nunca su íntimo sentido, el que se hacía necesario a los hombres de un mismo grupo para reconocer y señalar al traidor y castigarlo o para honrar a aquel en quien confiaban la prosperidad de su vida; todo en última instancia como respuesta práctica, política, a la necesidad de unirse a los demás para superar las limitaciones físicas aunque también psicológicas.


¿Y del futuro, qué...?

Esos tiempos, me parece (o me gustaría... más allá del tiempo que esto lleve), pasarán, morirán asfixiados muy a pesar de muchos de nosotros, a pesar quizás e incluso de los intelectuales que aún sobrevivimos dispuestos a morir por nuestras convicciones...

En los últimos tiempos hemos acabado por ser secuestrados, a causa de nuestra debilidad congénita, de nuestras preferencia por lo idílico para la mente y de lo cómodo para la animalidad congénita, por seres aparentemente similares a nosotros que supieron liberarse de todo prejuicio, de toda vergüenza, de toda conciencia, de todo valor conceptual o formal, a la vez que aprendieron sus palabras para un uso hipócrita y egoísta (grupalista, en realidad) y que gracias a todo ello se tornaron unos auténticos invasores.

La ciencia ficción ya lo decía quizás sin saber hasta dónde habría dado en la tecla, es decir, hasta qué punto no vendrían del espacio exterior ni como producto de monstruosas mutaciones ocasionales... muchas, de todos modos, provocadas por la idiosincrasia íntima del hombre. Lo decía la literatura, que ya demostró con Kafka o Camus hasta dónde era capaz de desnudar las cosas.

La vida, sin duda, ha encontrado, como mil y una vez antes, su camino sin meta; fiel en exclusiva a la voluntad de seguir viviendo en el mundo con el que se encontraba y el tiempo en el que eso sucedía. Tal vez el hombre pueda algún día ser capaz de vivir no sólo lo inmediato sino un poco en el futuro (de verdad y no como hasta ahora, proyectando el pasado), y tal vez pueda entonces y en alguna parte rescatar sus viejas palabras y revivir mitos más "naturales"; tal vez una eterna representación sin consecuencias, sin otra pretensión que el arte (otro sueño nietzscheano e intelectual sin duda), el erotismo (que sin duda se vive incluso con la reflexión). Quizá tenga, podría ser posible, que empezar de más atrás o inclusive de cero... Quizás deje la vieja piel, los viejos órganos, el viejo cerebro y las viejas palabras, y se convierta en "otra cosa".

Por eso, a veces me invade una nostalgia anticipada por el hombre del mismo modo en que he comprobado que le pasaba a Nietzsche. Y a veces, me pregunto si no habré de huir como hizo él hacia la simplificación de la locura; aunque sé que ni siquiera eso puede hacerse voluntariamente si no es realizándolo como suicidio. Más bien, al menos mientras la senilidad no me fagocite, creo que simplemente estaré condenado a seguir siendo trágico (y bastante histriónico).


Concluyendo:

En fin... Algunos, un tanto escépticos sin duda, como el propio Nietzsche, contemplaron la posibilidad de que la conciencia se extendiera (Nietzsche, a pesar de su pesimismo al respecto, no dejó por ello de "buscar amigos doctos"). Pero para que esto se produzca en alguna medida, habrá que contar con la ayuda de la realidad social circundante e imperante. El peso de esa realidad es significativo. Es claramente una losa. Pero también es lo que se necesita. El problema es ciertamente complejo como he dicho y, tal vez por ello, paradójico (nos lo parece al menos porque no se fácil atar lógicamente o formalmente todos los cabos; que es lo que significa complejo en el sentido de sistema formal o teórico). Es un hecho que el lenguaje y los conceptos a los que hace referencia siguen un desarrollo que nos lleva a sentirnos un tanto desamparados. La insuficiencia de lenguaje es sinónimo, también, de insuficiencia de vínculo social, de imposibilidad de superación de la orfandad trágica que nos empuja un tanto a la claudicación antedicha en una especie de espiral viciosa. Y sin embargo, el lenguaje y los conceptos tienden doblemente a vaciarse de contenido real en la misma medida en que procuran realizar su fin social y psicológico.

Tal vez estas paradojas sean reflejo de lo "inevitable" (aunque no de lo predestinado, en lo que para nada creo ni falta que hace), sea lo que eso pueda ser.

La Burocracia gobernante, por ejemplo, miente; es fácil observarlo porque se desdice cada vez más rápido y hasta en una misma persona que hace las veces de un ser aparentemente esquizoide. Pero los intelectuales, incluso los filósofos, se han engañado sistemáticamente aunque con visos casi indiscutibles de honestidad. ¿Qué hay detrás de esa vocación de engaño y autoengaño? ¿Vamos de una vez por todas a dilucidarlo o seguiremos sin comprender por qué sucede, o sea: a qué jugamos?

Nietzsche vio muy tempranamente que el hombre busca preferentemente (cuando no huye de sí mismo en el sentido que he comentado antes; cuando dice "sí a la vida") la felicidad en lo dionisíaco, en la embriaguez de la fiesta y del arte, en especial el musical, donde lo dionisíaco es absoluto en tanto arte que no pretende transmitir certeza alguna a nadie sino recrear la unidad perdida del momento, fuera de lo trágico y de la impotencia, fuera de la conciencia parlanchina. En ese sentido es un retorno. En la danza y en la ejecución musical volvemos a ser simples animales expresivos, es más... incluso más expresivos como animales que ningún otro. Esa predilección es la que muchos consideraron "naturaleza humana", una naturaleza peligrosa puesto que, practicada por todos no permitiría que la gozara nadie y especialmente el grupo que se había dado cuenta que para tenerla sólo para sí debía limitarla para los demás en base, precisamente, a la promesa engañosa de que la conquistaría por y para todos. ¡Esta es la trampa de los soberanos desde los primeros reyes hasta la burocracia de hoy! Lo que Hobbes quiso justificar racionalmente ofrendando sus servicios a los reyes a la manera de Platón en un tiempo en el que la intelectualidad aún no podía ver en el horizonte la posibilidad de disputarle el trono a la nobleza aunque sí obtener un trato de favor por parte de ella... y vivir a su sombra como vía de obtener una parcela menor del Paraíso. Lo que por fin acabó concediéndole (más o menos insatisfactoriamente) la burocracia triunfante, que ya lo venía haciendo casi todo como ha dejado más que claro Tocqueville en "El Antiguo Régimen y la Revolución".

Es sin duda el deseo de todo hombre, y la necesidad de realizarlo lo lleva irresistiblemente a procurarlo. Es un ansia debida al vacío trágico que no se puede extirpar ni adormecer constantemente. Dado el mundo real de cada época, el hombre buscará el modo que encuentre disponible para alcanzar ese fruto, ese Paraíso idílico perdido (que siente perdido por su propia culpa, aunque esto es sólo la forma de comprenderlo, de saber por qué no lo tiene: suponer un pasado donde lo tuvo y fue separado es sólo una forma de expresar su deseo de alcanzarlo; recuperar es la forma en que se expresa obtener...).

¿Es acaso algo de lo que debamos acusar (con el Dios o los dioses que hemos creado) a los hombres que lo intenten con lo que tienen a su disposición? ¿Podemos culpar a las fieras por las técnicas que usan para alcanzar sus presas? ¿Los hace más culpables la posesión de una conciencia que está en sus manos sólo para servirle como un arma y que cuando se extralimita produce la Razón y sus monstruos, la Culpa y sus obstáculos, la Locura y su terror?

El "sí a la vida" de Nietzsche llegaba hasta la frontera más allá de la cual él creía entrever al superhombre. Pero el superhombre, al margen de lo que la propia evolución pueda dar de sí algún día en contra de las resistencias humanas a que seamos aherrojados a imaginarias jaulas de zoológico o reservas de pastoreo tantas veces noveladas, bastante imposibles en principio, pero cuyas alegorías reflejan el miedo a ser colocados en un peldaño inferior... el superhombre, decía, empieza en el momento en que sea capaz de saber al menos básicamente quién es en realidad. No tanto (aunque sin duda puede ayudar) como una suma de fenómenos biológicos, químicos o físicos... sino en su totalidad, aunque sea relativa e insondable.

Los filósofos se dieron cuenta casi todos con la propuesta del famoso "conócete a tí mismo" que en más o en menos suscribieron. Sabían hasta tal punto que allí estaba la clave que, al mismo tiempo, prefirieron oscurecerla para que fuese inalcanzable.

Fue bastante fácil; la argucia sirve también a ese propósito: bastó con ir distorcionando el objetivo hasta convertirlo en dos, en tres, en múltiples factores, en la búsqueda del corazón o del alma, del ser o del tiempo absolutos, de silenciar el pensamiento para lo desconocido, de simplificar la realidad hasta parir un dogma... Pero ya está bien, ya hemos venerado demasiado tiempo la Caverna de las consideraciones conceptuales eternas y absolutas en las que con el tiempo hemos ido incluyendo más y más mentiras esotéricas.

¡Oh, parece fácil; le resultó fácil a Nietzsche proponer el "sí a la vida"! Y sin embargo... retornamos, sea o no en el sentido estricto con que lo dijo Nietzsche. Y es que la conciencia, al menos como la realizamos o producimos, encierra un gran problema (y siendo crucial para el conocimiento y la edificación de una cultura, es "el problema de la filosofía"): acercarse al límite es tender a la parálisis, a la inacción por falta de sentido. Esto ya estaba en el joven Nietzsche y lo persiguió toda su vida. Ante algo así de insoportable pero también de imposible, es comprensible llegar en lo que quepa a distorcionar la propia idiosincrasia, la "conciencia de uno mismo". Pero... ¡he ahí el problema más trágico!, no alcanzar ese límite es garantizar la inalcanzabilidad del conocimiento, y por tanto: la incompletitud de la teleonomía -por así llamarla sin prejuicios con Monod y que yo podría pensar como autopoiesis- propia de la vida que es conservarla y asegurarla, lo que exige el constante actuar, responder a las necesidades del cuerpo, del mundo en el que se vive, de los tiempos que se viven, de los sueños que en ellos se pueden tener sin que resulten "repugnantes". La "naturaleza", mejor dicho, la evolución, la marcha interactiva y en interacción de las cosas, proveyó a la vida (al menos en La Tierra), en un momento dado, de un instrumento contradictorio, paradójico, que no nació para el conocimiento (alcanzar la verdad) sino para sobrevivir. Y para sobrevivir, nos vemos empujados al conocimiento. Y en un orden no significa lo mismo que en otro.

En todo caso, la marcha seguirá, simplemente ajustándose a tenor de su estado y de lo que se encuentre en su camino. Y, como también supo entrever Nietzsche, seguirá sin meta.


14 comentarios:

Héctor Meda dijo...

Artículo, denso, largo que requiere varias relecturas y que deja grandes perlas (v.gr:La insuficiencia de lenguaje es sinónimo, también, de insuficiencia de vínculo social, de imposibilidad de superación de la orfandad trágica que nos empuja un tanto a la claudicación antedicha en una especie de espiral viciosa. Y sin embargo, el lenguaje y los conceptos tienden doblemente a vaciarse de contenido real en la misma medida en que procuran realizar su fin social y psicológico.) pero también ideas que no comparto. ¿Te parece si intercambiamos unos pareceres?

Tal vez el problema se deba a que hay ciertos puntos que no entiendo.

Por ejemplo, Item 1, ¿qué significa -idea que Nietzsche apuntó sobre Hamlet, ¿verdad?- que la conciencia, al menos como la realizamos o producimos, encierra un gran problema (...) acercarse al límite es tender a la parálisis, a la inacción por falta de sentido?

Nunca he entendido por qué la falta de sentido produce parálisis, tal vez por eso no entienda a, no me emocionen, los personajes de Beckett tan deudores de esa idea. Curiosamente me encanta Hamlet pero no considero que Nietzche le hizo justicia.

Otro item. Estamos con el 2. El superhombre que en tu decir empieza en el momento en que sea capaz de saber al menos básicamente quién es en realidad. No tanto (aunque sin duda puede ayudar) como una suma de fenómenos biológicos, químicos o físicos... sino en su totalidad, aunque sea relativa e insondable.

¿Pero acaso el hombre sea super o sin plomo no es otra cosa que fenómenos físicos, químicos, etc... y no le queda otra que asumir su natural condición y sus naturales restricciones y dejar ya de lado todo idealismo (comunismo, pacifismo,...)que no encaja, que se acaba rompiendo, rasgando porque no se ha hecho a medida sino desde y para la fantasía?

Otro item. El 3. Aún más polémico, más metafísico. De los productos darwinistas -nosotros incluidos- no creo que se puede concluir que no sean prediseñados, no desde luego desde instancias biológicas pero sí, por qué no, como parte de las reglas del juego, de las leyes de la física y este comentario viene a propósito de este hermoso texto tuyo que cito:
Y es que la voz que comenzó a hablarnos un día de un modo inteligible y que nos habría sobresaltado sin pausa y por sistema, la voz que fue atribuida inevitablemente a un "demon" o a cualquier otro ente mágico y por fin o en última instancia a los dioses, es demasiado perturbadora y lo sigue siendo. Pero esa voz, hoy "lo sabemos", ha sido un simple resultado de la evolución y no hace sino estar al servicio de nuestra supervivencia por más difícil de creer que esta simple y simplificadora idea nos parezca. Y por difícil que sea esto de asumir en su profundidad abismal

Bien escrito pero no sé si estoy de acuerdo, que la voz nos sirva de supervivencia no implica nada. Darwin explica el cómo, no el por qué (Bueno sí lo hace pero a nivel biológico) ¿por qué no pensar y -me repito- en un prediseño, no, desde luego, desde instancias biológicas pero sí, por qué no, como parte de las reglas del juego, de las leyes de la física?

Y es que no entiendo la manía de llevar a Darwin a la cosmología, a la metafísica, algo que me resulta tan chocante como un pulpo en un garaje. Y si te saco el tema es porque quiero ver qué tienes que decir sobre un supuesto prediseño cósmico, sobre la idea de que haya una teleología y si no estás de acuerdo, si lo rechazas o directamente no creas que sea relevante para nuestra vida ("Yo creo en Dios pero Él no cree en mi"). Un tema que excede lo social para entrar directamente en lo íntimo, un tema que, aún no del todo explicitado en el texto, suena como música de fondo. ¿No te parece?

En cualquier caso, podemos hablar de los otros dos item ;-)

Saludos

Carlos Suchowolski dijo...

Sí, demasiado denso, un fallo de mi idiosincrasia me temo. En fin...

Y antes de entrar en tema: gracias por los elogios tan gratificantes. Y gracias por permitirme poner a prueba y en cuestión mis tesis. Tal vez incluso ambos cometamos "incongruencias" en lo que coincidimos, pero allí está para que otros lo observen y señalen.

Pues nada, allá voy, lo más sintéticamente que pueda...

Dices: “por qué la falta de sentido produce parálisis”

Sobre el tema he abundado en:
http://unanuevaconciencia.blogspot.
com/2008/05/el-caso-scrates-pensamiento-y-polis.html

Yo coincido pues con N. quien toma a Hamlet alegóricamente como figura en la que el "problema" se plasma, y para darte un argumento aprovecharé la situación que ideó Shakespeare para él (lo que explica por qué lo usa N.), y lo haré con una pregunta: Si una persona, en lugar de reaccionar sin más contra quien le hace daño descubriese TODAS las causas que lo llevan al otro a hacerlo, y TAMBIÉN que esas causas están también en él y lo habrían llevado a lo mismo, ¿no te parece que su ACCIÓN se vería seriamente paralizada, en todo caso NECESARIA de justificaciones racionales para sostener otra actuación, al menos hasta el mismísimo límite de su propia vida o hasta que esas causas de igual signo que lo habitan “desborden” como las del otro? Aunque la “acción” no se vea absolutamente anulada, la “limitación” bastaría para aceptar el efecto paralizador de la conciencia. Lo importante es la tendencia y no el número de veces en que se llega al límite o se traspasa.

Lo paradójico, y es lo que señalo, es que la conciencia sea a la vez paralizante y guía para la acción. Y lo que concluyo es que esto pasa porque es un instrumento nacido dentro de la necesidad de supervivencia de la vida.


“¿Pero acaso el hombre sea super o sin plomo no es otra cosa que fenómenos físicos, químicos, etc... y no le queda otra que asumir su natural condición y sus naturales restricciones y dejar ya de lado todo idealismo (comunismo, pacifismo,...)que no encaja, que se acaba rompiendo, rasgando porque no se ha hecho a medida sino desde y para la fantasía?”

Es lo que sostengo, creo. Asumir eso que dices es en todo caso “super”. No tengo garantías en pro ni en contra acerca de la posibilidad de un nuevo “salto” evolutivo (la tecnología parece capaz de servirle al hombre para evitarlo), pero en el párrafo uso la expresión alegóricamente: como si dijera… “si hay un punto a partir del cual el hombre sería un tanto “super” sería a partir de asumir la realidad de ser un resultado con todas las consecuencias”. En esto, pues, me parece que coincidimos de hecho.


“De los productos darwinistas -nosotros incluidos- no creo que se puede concluir que no sean prediseñados, no desde luego desde instancias biológicas pero sí, por qué no, como parte de las reglas del juego, de las leyes de la física…”

El producto (ok!) no es “darwinista” (¡que sería su correlato formal, no real). Pero en concreto: no veo en qué ayuda al entendimiento la idea de “prediseño” “como parte de las reglas…” Las reglas son “formales”, están el el campo de la conceptialización, de eso que el hombre hace para “ordenarse” y usar el mundo (incluso para adaptarlo –¡violándolas!- y no para que siga “sus reglas”). Si estamos de acuerdo (y creo que incluso lo estamos en cuanto al “por qué” y/o “cómo” el hombre llega a definir esas “reglas” y en cuanto a que son “reales”, a que ESTÁN realmente en el mundo…) debemos concluir que esas reglas SIGUEN ciertas pautas, pero no las PERSIGUEN a PRIORI: por eso… todo “prediseño” es un POSTERIORI realizado por el hombre.

En cuanto a “la voz del demon”, no es sino una alegoría de la conciencia que inicialmente (imagino, pero creo que se ha definido antropológicamente ya) debió sorprender a los hominidos primarios en su día y día tras día, dándoles la sensación de que “algo” se metía dentro de ellos… etc. Si sustituimos “voz interna” por “conciencia” (en su actual sentido neuropsicológico) volvemos a la idea anterior que exponía de que la misma es un instrumento “para” (no por “previsto” sino por “necesario”) la supervivencia. Como otras cosas (las branquias) NACIO, o emergió, por pasos sucesivos, como mero desarrollo (a mi criterio) del desarrollo de sistemas nerviosos más primitivos nacidos a su vez para “detectar la realidad” y aprovecharla. ¡Nada del otro mundo… je… salvo “la poesía” (de paso, agradezco tus elogios a la prosa, etc., de lo que me he sentido hondamente satisfecho; gracias, gracias…!). En cuanto a “llevar a D….” estoy de acuerdo pero creo que no es eso lo que meto en el garaje. Yo creo y experimento, que los descubrimientos de la ciencia en sus campos respectivos alimentan la intuición (y la mía) en otros campos, pero cada uno tiene necesidad de su propio “instrumental” conceptual y lingüístico. Estoy en contra del mecanicismo y del reduccionismo, pero no de inferir “a partir de”. Y sobre la teleología, creo que ya te contesté al hablar del prediseño y su procedencia real (el hombre y de nuevo cada vez en el tiempo y cada vez ante un mundo cambiado, no Omega), y lo desarrollé en posts anteriores varias veces. Este hecho, al igual que La Ciencia, que tiene el mismo origen, sienta las bases para las explicaciones sobre todo eso. Insisto de todos modos: no es la realidad la que deviene de lo que el hombre pueda conceptualizar, ella está ahí incluyéndonos y siendo cambiada por todos los elementos de un modo complejo, pero La Teoría la produce el hombre para conseguir VIVIR, lo que… a veces da lugar a lo contrario, precisamente porque el mecanismo no es perfecto, porque se pasa o no llega, porque hace cosas imprevistas y en base a su propia inercia, etc. etc. etc.

De nuevo: gracias por el interés, por la valoración y por el enorme placer de tenerte como interlocutor y polemista. Espero que no decaiga. Un abrazo.

Héctor Meda dijo...

Carlos muchas gracias por la respuesta.

Brevemente.

Respecto al tema de la parálisis, ahora, ¡por fin!, lo he entendido y ciertamente la interpretación de Niet sobre Hamlet sí que es interesante. Supongo que ahora la estaré rumiando durante días...

Respecto a los otros temas nuestros puntos de vista si los fijamos en una recta veremos que ni convergen (las más) ni son paralelos (las menos), se entrecuzan en un nudo gordiano que requiere de varios posts para ir destetejiéndolo. Así que hasta otra.

Saludos

Carlos Suchowolski dijo...

Pues ahí lo dejamos hasta la siguiente.

Hugo dijo...

En respuesta a tu comentario quiero decirte que muchas gracias por el interés, que sepas que tus posts ya me sirven; son tan densos, en el buen sentido, que aprendo mucho más de lo que... bueno, mucho más de lo que hasta ahora había aprendido en otro blog. Y lo mismo digo del de Héctor.

Sin embargo, para el trabajo en cuestión (que todavía está en el aire) voy a necesitar estudios empíricos, datos estadísticos y demás. Como por ejemplo este artículo de James Fowler. En realidad, más que centrarme en la búsqueda de información sobre el porqué de las tendencias políticas (sociológico, biológico, etc.), lo que realmente me interesa es buscar respuestas a la famosa pregunta: ¿entorno o genes? ¿convención o naturaleza? Y ando más perdido... :D

Y haciendo algo mía tu última parte del comentario: gracias a los dos por el enorme placer de leer vuestros "diálogos".

Nos e-vemos.

Carlos Suchowolski dijo...

Hola, Hugo; no te dará datos estadísticos, pero sí encontrarás opiniones clave sobre las estadísticas además de un enfoque que para mí es decisivo en relación al tema que tienes que encarar (creo que ya te lo recomendé en su día y lo hago cada vez que puedo), se trata de "El mito de la educación" de Judith Rich Harris (en DeBolsillo), lo prologa S.Pinker para más INRI. Y suerte con el trabajo.

Héctor Meda dijo...

Hola Hugo sobre el tema genes o naturaleza a juicio de Pinker ese tema ya está cerrado y su libro

http://www.casadellibro.com/libro-la-tabla-rasa-la-negacion-moderna-de-la-naturaleza-humana/2900000955165

es digamos una recopilación de lo que ciencia ha descubierto. Te lo recomiendo vivamente porque son practicamente 700 págs tratando el tema.

Saludos

Carlos Suchowolski dijo...

Gracias, Hugo; lo tengo aunque leído a bocados selectos. De SP había leído antes "El instinto del lenguaje" que es fundamental.
Un saludo.

Carlos Suchowolski dijo...

Héctor, disculpa, quise decir tu nombre y puse Hugo. hasta pronto.

Hugo dijo...

Tienes toda la razón, Carlos, vuestros posts me son fundamentales. Es más, sin ellos no existiría en mí ese interés que ahora tanto tengo. No sólo me sirven para encarar, como tú bien dices, sino para darle cuerpo al asunto, cosa que los "datos" por sí solos no pueden.

Ya está decidido, esos dos libros han de ser leídos, se lo diré a mi "demon" :D

Gracias a los 2, un placer, de veras.

Anónimo dijo...

Hola Carlos, hace tiempo que mi actividad por la blogosfera es muy esporádica (y con mentiras y enredros dige que escribiría de nuevo en mi blog, pero mi no-libre-albedrío me impide hacerlo jaja), porque ando en otras cosas. Pero sólo quiero animarte a seguir en ese eterno debate con uno mismo, y gracias a este invento, con otros.

Prometo (¿vaciamente de nuevo? espero que no), leerme tus densas disquisiciones que son como leer un buen libro, y comentar más profundamente poco a poco. De momento comentaré un par de cosas (probablemente meta la pata, por eso de leer por encima):

No creo que descrubrir lo que es el hombre "en realidad" suponga ninguna paralización. Y siguiendo con ello, no creo que descubrir que, presuntamente, las ideologías, los esquemas de pensamiento, la "causalización de la realidad-creada" (es decir, la "causalización" de la sociedad). O diciendolod e otro modo, la busqueda de patrones y catewgorización sistemática de los fenómenos que ocurren en el ambiente social, creando esos esquemas de la realdiad, esos modelos, esas ideologías. Que todo esto sea un fenotipo, suponga parálisis alguna.

Todo lo contrario, creo que liberarse de eso, supone alcanzar un "estado superior" de la conciencia. Es como el anarquísta, que dandose cuenta de la inutilidad, o la falacia, de la institución creada, imaginaria, la depone. Porque una vez se da cuenta de ello mantener la estructura social es como negar la verdad. Nietzsche, buscando una salida a ese dilema, profetizó lo de la voluntad del poder, pero tiendo a pensar que eso es más un producto de sus propias filias y fobias (era humano después de todo, y el no era un 'superhombre' sino un 'profeta').

Pero sigue existiendo un problema, cuando lo depones todo y dices "soy, finalmente, libre" entonces te preguntas: "¿y entonces qué?". Supongo que de ahí la experiencia dionisiaca, que mi respuesta, un tanto hippiesca puede parecer, pero es: "entonces se feliz".

Ese es el objetivo final de todo, darse cuenta de ello y entocnes querer ser feliz. Pero eso supone trascender un "mal nihilismo" y pasar a un "buen nihilismo". El mal nihilismo nos arratras a los excesos como el sistema actual: materialismo, capitalismo y deriva sin sentido. En cambio un buen nihilismo supone liberarse de todo eso y querer vivir la vida y aprobecharla, la base de esa "experiencia dionisiaca".

Sin embargo, todos somos esclavos de neustras filias y fobias, así que es difícil que, para unos esa forma de ser feliz no se proyecte en forma de sadismo, violencia o poder, a costa de otros. Creo que ese es el dilema de fondo, y el porque a pesar de ser un anarquista "de corazón" me da tanto miedo la tentación utópica, porque conociendo esa "naturaleza humana" que noe s tal, sino "naturalezas humanas" que chocan entre sí, todo puede acabar en detrimento para la mayoría.

No sé si por eso a N. también le entusiasmaba tanto la idea de que los superhombres liberados se impusieran al resto.

Saludos.

Carlos Suchowolski dijo...

Hola y muy bienvenido ante todo; realmente me alegro de verte activo (y no del todo, je... "paralizado"). Lo más interesante es que tu propio comentario reafirma la cusetión para mi gusto tan bien vista por N. apenas con veintitantos años: el efecto paralizante de la conciencia. ¡Chico, me lo has demostrado de nuevo! Y es que cuando la conciencia es (y es mi hipótesis tomada de N.) considerada un proceso y no un final (imposible), es decir, NO UN DOGMA al que uno se aferre... produce un estado que lleva a considerar el SINSENTIDO como lo más definitivo. El asunto, como creo que ya dije en algún comentario aquí o en el blog de Héctor, es la paradoja (de la que hablo en el post) y que se establece entre la conciencia como instrumento y sus resultados más pretensiosos que resultan insatisfactorios. Esto es parte de la "imperfección" humana, del hecho de que la conciencia es un resultado producido a trompicones, como todo en la evolución. Un resultado que se queda corto o se pasa constantemente, que va más allá no pudiendo conseguir llegar...
En este sentido, se produce una tendencia paralizante, así como otra de signo opuesto. Y sobre esas dos olas vamos danzando... creo...

Y por supuesto que a más conciencia más dominio de sí y de lo ajeno, del mundo. Ello es lo que lleva a la conciencia a no ser "pura" sino "tramposa": precisamente porque hay que dominar para sobrevivir. Ese sí es el "sí a la vida" de N. y esa es sin duda su predilección por los "superhombres" potenciales.

Yo no creo, sin embargo, que haya "una" tendencia que deba ser privilegiada (considerada a fin de cuentas "una meta", como si hhubiese sido dada teleológicamente). Yo creo que la única pulsión que se nos impone como tendencia prioritaria y teleológica es la de cualquier otro ser viviente: vivir, sobrevivir, adaptarnos y adaptar el mundo a nuestras necesidades. En el juego creo que entran luego TODAS las demás cosas de la complejidad, y ello da lugar a que, con nuestras imperfecciones y habilidades relativas nos movamos, rebotemos, caigamos y también nos paralicemos... Por eso a veces estamos más activos que otras, a veces... simplemente a golpe de gratificación "psicológica", como después de recibir tu comentario y el de otros...

Sin duda: vanitas vanitatum et omnia vanitas.

Un saludo afectuoso.

Anónimo dijo...

Bueno, ya me he leído la entrada entera, y tras releer mi contestación y tú replica, creo que entiendo mejor a lo que te refieres por “paralizante”.
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Yo tampoco creo que exista una teleología marcada, Nietzsche construyo su teleología de la voluntad de poder, de ahí sus enfrentamientos a Darwin, y achacarle que los seres vivos no querían sobrevivir, sino dominar. Es decir, fue incapaz de no ir más allá. Por eso cuando yo digo, mi respuesta es: “Sé feliz”, es la respuesta que yo me he construido, como dices, y decía Nietzsche con su exposición de la experiencia dionisiaca, estaba de acuerdo en eso, pero además añadió o construyo algo más, innecesariamente. Creo que es casi obvio el porque de la respuesta a esa pregunta es ser feliz, supongo que no me tengo que explayar más en ese sentido.
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Claro, el problema viene en cómo se alcanza la felicidad, el problema viene a la respuesta de esa pregunta: no hay un solo modo y depende de cada uno. Ahí es entonces donde todos los seres humanos, chocamos violentamente, consiguiendo totalmente lo contrario de lo que pretendíamos. Supongo que en parte lo de la parálisis se refiere a esto, a la incapacidad de alcanzar una meta, de ahí las idas y venidas entre las corrientes filosóficas desde los griegos hasta la actualidad del racionalismo al irracionalismo continuamente. Realizando avances dialécticos muy pequeños, cambios en la forma, pero no en el fondo. En ese eterno dialogo.
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Todo ello, por supuesto, covariando con el ambiente social claro. Pero creo que hay algo de esperanza en ese sentido, y aunque siempre tendamos a pensar de forma trágica, no es un vaivén infructuoso o caprichoso. Para explicar porque, creo que lo primero y más importante es definir la palabra ‘conciencia’. Casi nada verdad, jeje. Bueno partimos de la base que la conciencia es un constructo psicológico para designar una serie de epifenómenos del cerebro, pero hay muchos grados de conciencia. Cuando nosotros aquí en esta charla utilizamos la palabra conciencia, nos estamos refiriendo a un estado ‘superior’ de la conciencia comparado al de la mayoría de animales.
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Sigo explicándome, la conciencia es un producto evolutivo, pero la conciencia de la que hablamos es un producto, ante todo, social. Producto del lenguaje, de la verbalización y de la codificación y transmisión de forma compleja de la percepción. Y que quiere decir todo esto, pues que nosotros somos participes activos en la creación de esa conciencia, es decir nosotros, los seres humanos, la hemos evolucionado. Es imposible pensar que la conciencia actual del ser humano medio se puede remontar a 150.000 años atrás. Y la evolución, esa creación social de conciencia de la que estamos hablando, ¡ha sido vertiginosa en los últimos 2000 años! Hemos pasado del pensamiento mágico a la muerte de Dios, por nombrar un hecho significativo. Por supuesto, no la mayoría ha evolucionado a ese nivel de conciencia, de análisis de la realidad, el pensamiento mágico sigue estando muy extendido (es mayoritario incluso), por seguir con el mismo ejemplo, pero si hay personas que lo han alcanzado.
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Todo es seguir retorciendo la tuerca “un poco más”, una vez la razón ha alcanzado la idea de que “no hay verdad, no hay finalidad”, da lugar al sin sentido que tú dices, y aquí es donde viene el choque supongo, de la incapacidad de la razón de llevar a cabo esa pretensión última de “sinsentido”. Pero la parálisis no creo que sea pro el ‘sinsentido’ en sí mismo, sino por la incapacidad de realizarlo, es decir llevar a cabo una desestructuración social y organizar la vida conforme a la “experiencia dionisiaca”, simplemente no hay masa social en sintonía suficiente para materializarlo. Nietzsche habló de los diferentes nihilismos, predijo diversas etapas por las que se pasaría antes de alcanzar su visión. Obviamente como comentaba yo tampoco creo que su visión final tenga porque materializarse, porque tampoco veo razón alguna para que esa sea la visión más estable, evolutivamente hablando. Pero si creo que simplemente estamos en una de esas etapas.
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Mientras tanto seguiremos evolucionando lentamente, es cierto que en la ciencia ficción se han visualizado muchos panoramas, tanto distópicos como utópicos, respecto a esa evolución del hombre. Pero personalmente creo, e igual estoy siendo optimista, que simplemente se trata de la estrategia evolutivamente más estable, y por muchas vueltas que demos, es casi inevitable que se vaya a parar a ella o acabemos desapareciendo. Sin embargo, la naturaleza también produce muchos callejones sin salida, e igual los seres humanos somos otro de ellos. Vamos que no tengo una bola de cristal, pero supongo que me inclino (quizá para no volverme loco) a la opción “buena”.
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Por lo que decía de las etapas, si examinamos la deriva actual de la sociedad, desde el final del bloque soviético, como producto de una de esas tentaciones utópicas, nacidas del irracionalismo de finales del XIX (como otra oleada de reacción a un ‘racionalismo’ previo), convertida en teleología, con la consolidación del capitalismo, que no sé muy bien como encuadrar en todo el cuadro ideológico. Pero sin duda es un sistema, nihilista e irracional, aunque probablemente sus orígenes son racionalistas (aunque el capitalismo actual haya cometido todos los pecados y excesos de los que sus pensadores originales ya avisaron, como el propio A.Smith). Simplemente estamos agotando una etapa más de ese proceso hacia “ninguna” (por eso de que no existe teleología alguna) parte, no creo que sea la etapa final (solo hay que ver como se aferra todo el mundo al bote que se hunde, y es imposible cambiar la conciencia global tan bruscamente), pero sin duda es la transición a otra etapa.
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Mientras tanto, solo podemos aspirar a realizar nuestras vidas y contribuir a ello, a una superación de los límites impuestos por la sociedad actual, es decir, a seguir evolucionando esa conciencia igual que hicieron nuestros antepasados. Igual suena que esto va demasiado “en contra” del imperativo natural, pero no tiene porque, muestra de ello es que el ser humano se ha organizado de las más diversas formas y ha vivido conforme a los valores más inverosímiles. Y probablemente, una vez superada ese límite por lo bajo, esa ansia de sobrevivir, nuestra conciencia (la social) toma mucho más poder del que se le podría atribuir a priori para cambiar la realidad. Así que ha seguir educando y retorciendo la realidad para sacarle todo el jugo, poder ver más allá. Y como dices, cuando más conciencia más dominio, que cuando se llegue a un punto en el que no haga falta dominar para sobrevivir, entonces es posible que se vuelva pura jeje.

Carlos Suchowolski dijo...

Bueno, bueno, bueno... Te diré que, je, salvo en aquellos asuntos que no tengo muy claros y alguna que otra puntualización que se me ha ido ocurriendo mientras leía tu provechoso comentario... estoy de acuerdo contigo. Creo que es un acuerdo "más que posible" y "sobre lo más posible". Algunas cosas de "detalle", que nacen de una pretensión tal vez vana de alcanzar el máximo rigor, de hallar un discurso en el que nada o lo menos posible chirree (?), creo que las desarrollo en el post que acabo de terminar y que aún tengo que revisar, así que no digo nada de ello, y, como ya dije que en general coincidía con tu... la llamaré sensibilidad más que "enfoque", dejo esto en este punto. Y sí, seguiremos retorciendo la realidad y buscando que de más jugo...
Gracias, un abrazo y hasta la siguiente cuando quieras (y un consejo capcioso y tal vez sin sentido según se mire: cuelga el comentario de tu blog como forma de volver al tajo!)