jueves, 30 de agosto de 2007

¡Con la iglesia hemos topado!

En un artículo reciente (ABC, sábado 25/08/07), Juan Manuel De Prada hace gala de su visión elementalmente cartesiana para rechazar la propuesta ciertamente demagógica de Sarkozy en relación con la peredastia reincidente. Y no quería dejarlo pasar, tan bien servido en bandeja, antes de que quedara sepultado por el tiempo... aunque seguramente para volver a emerger.

Lo que salta a la vista más significativamente es que De Prada, en lugar de razonar el "asunto" o al menos de fijar las líneas de un razonamiento basado en la evidencia apela directamente a "Las Escrituras", o sea, al dogma, al "deber ser" kantiano.

Todos sus calificativos dirigidos a la "propuesta" y las propias convicciones que esgrime en su contra son ideológicos: "indignidad" y "abyección" versus "dignidad inalienable", por ejemplo.

De Prada considera que "Los sistemas punitivos civilizados se fundan en la convicción de que el delincuente, tras penar su culpa, puede convertirse en un hombre nuevo". Y como si nada, llena una frasesita corta de incoherencia, hipocresía y pensamiento elemental dirigidos a igual público que aquel al que acusa a Sarkozy de dirigirse. Vale la pena desgranarla.

En primer lugar, desdibuja "los sistemas punitivos" que, si es cierto que tienen esa característica como fundamento dándoles una connotación bíblica que ya no tienen. Bien habría podido decir que el objetivo de las instituciones policiales y penales es la intención de separar de la sociedad aquellos elementos que la perturban. Pero claro, si fuera ésta la principal meta, más allá del origen oscuro del castigo y la venganza, la postura perdería sustento, ya que la castración al pederasta le permitiría deambular por el mundo separado de su connotación peligrosa, como si sólo esta hubiese sido encerrada (¿y castigada?) De todos modos, ¿qué sistema penal o filosófico puede creer hoy en día que el encierro (De Prada descarta cualquier otro medio de "penar la culpa") conduzca a la transformación del criminal en otra cosa que en un criminal superior? Oh, claro, eso no se puede denunciar, eso no se puede reconocer, hay que seguir siendo hipócrita hasta la médula y no ver esos millares de casos históricos y diarios de jóvenes que entran en las cárceles para salir integrados en bandas criminales de verdadera enjundia y acrecentado "nihilismo" (por usar un término que comprenderá De Prada) en relación al sexo y a sus infinitas manifestaciones? Oh, no, De Prada no admite, por imperativo eclesiástico, que se suministre una droga reversible al pederasta para que su impulso se aletargue; él prefiere el encierro en cárceles o, con un criterio más avanzado, moderno, racional a fin de cuentas como corresponde a un intelectual cartesiano nacido después del XIX, en "centros psiquiátricos" donde, sin que nos enteremos o, lo que es lo mismo, justificados por el racionalismo de la medicina (psiquiátrica) vigente (tradicional a ser posible, ¿no, señor De Prada?) se le suministrará más o menos la misma droga letárgica que propone el "Code Sarkozy" y unos cuantos... electroshocks, ¿por qué no?, contra cuyas prácticas no veremos decir probablemente nada, ni a De Prada ni a los demás eclesiásticos del mundo cuyo concepto de "sacralidad" no les impide ser hipócritas hasta la médula y absolutamente inconsecuentes.

Pero, además (no puedo dejarlo de lado), De Prada cuela la falsa afirmación de que sólo "tras penar su culpa" el criminal podría convertirse en "hombre nuevo". O sea, que... sólo después de haber sido adecuadamente castigado, por ejemplo, mediante el sometimiento a las mafias internas de las cárceles o al del fornido compañero de celda que abusará de él si no fuera justamente lo opuesto (es decir, él quien en paralelo con el sufrimiento de su pena afecte a otros con su propio criterio de penalización.) ¡Impecable! Y suficiente.

Así, llegamos con De Prada a la conclusión de que la castración sería sacrílega... pero los manicomios, las cárceles y demás mecanismos punitivos estarían consagrados, siendo algunos suficientemente modernos y racionales como para favorecer su aplicación a costa de impuestos, crecimiento del crimen y sufrimiento inocente. Además (¿además tan sólo?), en esos "centros" el criminal dispondrá de un cura que le mostrará el camino del Señor, lo convencerá de que ha pecado (no de que está enfermo) y lo redimirá, aunque sea "tras penar su culpa" lo que en USA, por ejemplo, hacen los sacerdotes... "tras..." la ejecución.

Eso, justamente, cristianizar es la solución de De Prada. La vieja fórmula del vade retro dirigida al Satán de la "hipersexualidad" que según él "padecen las sociedades occidentales" (¡vaya, el velo islámico parece que preserva de la "hipesexualidad" de los musulmanes que a saber a qué se dedican en privado!)

El artículo pasa en un momento (o mejor dicho vuelve, porque los epítetos a los satánicos abundan desde el primer párrafo) a proferir tan elevadas tergiversaciones de la realidad mediante una adjetivación promiscua ("rezumantes de flujos") que me atreveré a recomendarle a De Prada no un manicomio ni una confesión sino un poquito de psicoanálisis con la mejor de las intenciones. Tal vez ello lo ayude a elaborar esa tremebunda y desproporcionada cruzada en la que parece empeñado y que no veíamos en acción desde la época de la Reina Victoria. Pero, especialmente, le recomendaré que ponga en práctica su racionalismo y se haga cargo de los avances ya indiscutidos de la ciencia en relación a estos asuntos; tanto en lo referente a las causas de las desviaciones (incontenidas en los peredastas propiamente dichos, pero subyacentes en dosis contenidas en cada uno de nosotros del mismo modo que la homosexualidad y todo lo que, siendo humano, no nos es ajeno; por supuesto incluyendo a De Prada que seguramente, según ha demostrado la diabólica teoría psicoanalítica, reprime desaforado y escandalizado) como, insisto, en lo referente a sus fantasmas que, por su bien, espero que no castigue con látigos de siete puntas o métodos cristianizantes (e islamizantes entre otros) de esa índole.

Sólo me queda preguntarme, con vosotros, en qué "fabrica" de "hiposexualidad" se produjo De Prada. Y recomendaros, para amenizar y favorecer al mismo tiempo la reflexión más seria sobre el tema de la criminalidad una novela de ciencia ficción (o que coquetea con ella) que se titula "Una investigación filófica" de Philip Keer. Entreteneos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

No es sorprendente. Al parecer, Prada decidió hace tiempo convertirse en una mezcla de viejo verde y carca chestertoniano. Una de las piezas periodísticas más repugnantes publicadas últimamente es también obra suya: aquel artículo en el que, citando como autoridad las "sencillas verdades" descubiertas por Chesteron, rechazaba que la teoría de la evolución pudiera explicar el "impulso estético" del hombre...

Carlos Suchowolski dijo...

Es tan jugoso, ¿verdad?, que no podía dejarlo pasar. Cada una de estas manifestaciones son la mejor evidencia de que el propio grupo, con sus mitos y creencias, es y será para cada ser humano la "verdadera humanidad". Lo que siento es que algunos grupos se sienten más obligados a la ceguera y a la ignorancia más o menos voluntaria que otros, o que acumulan más rechazos que otros de la realidad, de lo evidente.
(por cierto, he visto que la polémica sobre ciencia se multiplica: seguramente que no me resistiré a apuntar algo más!)
Un abrazo virtual.