lunes, 12 de febrero de 2007

Elogio del elitismo

Un día intentaré escribir un ensayo sobre el tema y con el mismo título. Basten aquí algunas premisas inmediatas. En primer lugar, yo pienso que las elecciones voluntarias son también un subproducto del código genético, y por lo tanto algunos sólo pueden desear más o menos abiertamente pertenecer al mundo de las élites. Del mismo modo, aquellos que nacen predispuestos y más o menos libres de resitencias o trabas internas, podrán evitar ser empujados a pertenecer a las élites. Estos, una vez encaminados, se resisten con dificultad; tienen que responder a sus genes tanto por la necesidad de aplicar sus potencialidades como por impulso de su tendencia al protagonismo. Y yo me incluyo en el segundo grupo.

Los genes determinan entre otras muchas cosas la agresividad y la voluntad de poder, la inteligencia y la astucia, etc., todos componentes que en una u otra combinación son necesarios para pertenecer a un grupo de élite. A veces se llevan dentro los elementos resistentes o negativos, como los que originan o exacerban la falta de autoestima o como los así llamados complejos de inferioridad, el temor a la responsabilidad, por ejemplo, y otros antídotos que ciertos cerebros más que otros son capaces de destilar para reducir e incluso anular la omnipotencia propia de los miembros de los grupos de élite. No creo que estén siempre activos, pero lo cierto es que al menos esos factores se hacen notar por momentos más o menos prolongados (a veces durante casi toda la vida y a veces lo suficiente como para disuadirnos de que respondamos a otros cánones de comportamiento, "prontos" o impulsos "heroicos" que podrían animarnos a la acción elitista.) Supongo, por último, que tanto por causas endógenas como exógenas, se activan unos u otros catalizadores, tanto de lo negativo como de lo positivo de las dos tendencias(nota: no utilizo esos valores para enjuiciarlas sino para señalar el signo del efecto que producen sobre cada una de ellas en una situación u otra.)

Está a la vista que las élites conforman diversos grupos de élite y que, como cualquier grupo humano que se precie, asumen medidas defensivas y ofensivas en relación a los demás. Esto creo que está también básicamente determinado. Si no lo hicieran de ese modo, si renunciaran, serían sojuzgados o exterminados, al menos en muchas circunstancias histórico-sociales, o, en todo caso, deberían aceptar permanecer en la sombra y el silencio, incluso en el aislamiento y la soledad. Lo saben sus genes desde los tiempos de la esclavitud, desde los tiempos más remotos en que se practicaba por razones tanto ofensivas como defensivas.

Es erróneo pensar que las masas y sus embates relativamente espontáneos son el enemigo de las élites. Cada grupo de élite tiene en los otros a sus enemigos, y sólo en tanto se enfrenten a un enemigo mayor algunos grupos son capaces o se ven obligados a colaborar entre sí, aliándose o integrándose en grupos mayores.

Todos apelan a las masas y todos intentan utilizarlas con más o menos éxito con el objetivo de vencer y conservar el poder... Y siempre habrá masas dispuestas a seguir a uno u otro grupo de élite que han sabido dar forma a "su" "conciencia de clase" o a "su" "espíritu nacional". Sin duda, ésta es la base biológica de la burocracia. Pero, además, esto apunta en otra dirección. Si no nos queda más opciones que ser parte de la élite o parte de las masas, como concluye Sartre en "El diablo y el buen dios", ¿por qué no enfrentarse por entero a ellas en lugar de aceptar el puesto dirigente, por qué, si uno es un espécimen de élite, no despreciarlas en lugar de engatuzarlas, por qué no "combatirlas" (con la crítica feroz a sus líderes y a su ciega estupidez) en lugar de engañarlas, utilizarlas, someterlas, es decir, siendo cómplice de esas prácticas? ¿No es acaso más sano y honesto reconocer que llevamos dentro al lobo y rechazar su animalidad en tanto nos repugne? Hum, reflexionaré un poco más en torno a este punto.

Quiero por último dejar constancia de que considero una hipocresía (y hasta un signo de envidia) propia de mediocres el rechazo irreflexivo al elitismo, sobretodo porque implica un rechazo de plano a comprenderlo (hipocresía en tanto y en cuanto la inteligencia les debería permitir hacerlo.) Quienes suelen hacerlo, adjudican al elitismo etiquetas despectivas, incluso pretenciones de predominio, muchas veces de tinte racial. Es curioso que, sin embargo, los mismos que lo hacen acepten como inmaculados a sus propios líderes. Pero la hipocresía es real no sólo por este motivo sino porque ellos mismos, si pudieran, escalarían aunque más no fuera a pequeñas cimas de pequeños grupos, cosa que a veces consiguen realizar. Claro que en atención a lo que yo vengo sosteniendo, ellos también responden a sus propios genes y debo decir que también sobre esa base los comprendo, lo que no significa que los pueda tolerar (ahí están mis propios genes.) Ni tolerar ni dejar de acusar (con el arma del dedo) en tanto ellos y sus jefes resultan demasiadas veces tremendamente peligrosos para los demás, sea como soldados de algún grupo de élite en el que confían con ahinco, sea directamente como sus líderes perniciosos. Comprenderlos no nos permite permanecer en un estado de mera comprensión. A veces el problema es tan grave para todos que no nos quede otra cosa que la participación en la guerra... Y al verlo venir, la conciencia (como resultado previsible) nos obliga a adelantarnos y a dar avisos de alerta (como los monos, ni más ni menos.)

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